Después de desarrollar tareas en varios medios radiales y televisivos de Misiones, Marcelo Caballero volvió a Buenos Aires. Fue en ese momento que se dio cuenta que el periodismo “me había hartado. Trabajar mucho con política, con policiales, fueron cosas me sobrepasaron un poco”.
Al regresar a su provincia, en la medida que comenzaba a buscar otro trabajo, empezó a estudiar cocina en el Instituto Argentino de Gastronomía, “que es lo que siempre me gustó”.
Durante tres años “aprendí y crecí mucho. Me ofrecieron trabajar para ellos por lo que me puse al frente de la enseñanza, de la asistencia a los alumnos, y me entusiasmó. A partir de ese momento me dediqué a enseñar a la gente a cocinar. Y es lo que hago actualmente”.
Mientras Delia hace teletrabajo, Marcelo concurre a dar clases casi todos los días porque “a pesar de esta época de hiperconectividad las clases tienen que ser presenciales para poder enseñar verdaderamente a cocinar. Ahora me dedico a la parte de dulces, lo que hace, con mas razón, que deban ser presenciales”, comentó.
Mi suegra y mi hermana Laura, sobrinos y cuñado (Joaquín, Josefina y Laureano), viven en Posadas, y mis padres, hermanos, sobrinos y mi gran barra de amigos en mi pueblo, General Lamadrid. Aunque mantengo contacto bastante seguido, no es lo seguido que quisiera. En Misiones quedaron amigos entrañables (Laureano, Sebastián y Andrea, Carlos y familia, los chicos de Canal 4 y de Canal 6, de Radio República), con quienes, a pesar que mantengo contacto permanente, los extraño y están siempre en mi corazón”.
Contó que sigue haciendo cursos de cocina y que su idea es seguir haciéndolos con alguna escuela de “altísima calidad” porque considera que “el perfeccionamiento y el estudio continuo son dos de los pilares del progreso”.
A su entender, trabajar en España es igual que en el resto del mundo: “hay que esforzarse”.
Pero sucede que el mercado laboral “es muy distinto al nuestro, es un mercado laboral plagado de extranjeros e inmigrantes. En mi clase sólo entre el 20 y el 25% son participantes españoles. Hay chicos y chicas de distintas nacionalidades de África, Asia, y muchos latinoamericanos. Pero trabajar me resultó bastante fácil porque esta todo sumergido en la legalidad. Caso contrario (si te agarran haciendo algo ilegal o contratando en negro) te arriesgas a unas multas terribles y a que se te dificulten mucho las cosas en el futuro. Por más que sean contratos temporarios, hacen todos sus debidos aportes y el Estado responde con el sistema de salud, las documentaciones y el seguro de desempleo”, explicó Caballero.
Lejos de casa
Confió que cuando habló de la posibilidad de ir a vivir a Europa fueron disímiles las reacciones en su entorno. “Mis amigos, colegas y una parte de la familia, me alentó desde el primer momento. ‘Vayan y hagan su vida’. ‘Tienen esa posibilidad, no la desperdicien’. Mis padres, que son mayores, no lo tomaron muy bien en un primer momento. Fue bastante duro y me llevó meses hacerles asimilar la noticia, que iba a estar lejos. Ahora nos vemos y nos hablamos mucho más que cuando estaba en Argentina. Pero igual es a la distancia, y eso duele bastante. Con el tiempo se fueron dando cuenta que era por nuestro bien, y que ¡las cosas de la vida son así!”.
No sabe si volvería a Argentina en este preciso momento o a corto plazo. “Si bien las posibilidades siempre están, laboralmente y afectivamente estoy arraigado aquí. Si lo veo desde las condiciones de vida, económicas, de seguridad, estoy cada vez más lejos. Por el momento vivo el presente y el futuro cercano, y eso está por aquí”, aseguró.
Mi vida aquí es la de una persona trabajadora con una familia. Tanto yo como mi esposa Delia, a la que amo y que es misionera, trabajamos mucho porque es la única manera de progresar. Acá estamos los dos, con la perra que trajimos desde Argentina. Esa es nuestra familia. Gracias a Dios tenemos algunos amigos que conocíamos que ya estaban radicados aquí, y en otros países de Europa, con los que tenemos mucho contacto.”
Con Delia, se adaptaron con facilidad. “Gracias a Dios tenemos amigos en Madrid; a Cecilia y a Gonzalo, que viven en Glasgow, Escocia, y otros en Berlín, Alemania, a quienes estamos agradecidos. Con el apoyo que nos dieron, y gracias a que nos visitan permanentemente, nos adaptamos bastante bien. No nos resultó tan tedioso y duro como a otras personas que conocimos”.
Eso no quita a que siempre se extrañe. Según Caballero, “por más desarraigado que uno sea, por más que trate de insensibilizarse, hay cosas que lo mueven. Y esas cosas no se van a ir nunca. En mayor o menor medida siempre se extraña. A mis padres, a mis hermanos, a mis sobrinos, a mis amigos, la gente que dejé en Misiones. Extraño los afectos”.
A los amigos también “los utilizamos” para ir a otros lugares. Viajaron a Escocia, a Londres, a dos o tres lugares de España, a Galicia, a la frontera con Portugal, a Suiza, Alemania, Austria, Holanda, porque “todo está aquí cerca. Agarramos el auto y en dos horas estamos en la frontera con otro país, al que se puede cruzar sin problemas. Acá es todo un poco más fácil”.
La pareja manifestó su agradecimiento “a todos”, y Marcelo contó que hay cosas en las que se apoya para estar “arriba anímicamente”.
Es así que tiene una planta de ruda en el patio, porque prepara la caña para pasar agosto. Y cocina el caraí octubre. Y consigue almidón para hacer chipas “porque nos encanta”, y siguen tomando mate “a pesar que la yerba está cara. Todas esas cosas hacen que nos sintamos más cerca. Y hablamos con los amigos que es lo más grande que tenemos. Estoy lejos, pero cerca afectivamente”, celebró.