A los 83 años murió el Padre Jorge Maniak. Considerado uno de los pioneros de San Vicente. En el invierno de 1967 llegó un sacerdote a un pueblito perdido al costado de la ruta nacional 14, paraje conocido como El Cruce o el “Sesenta” por el kilometraje de la ruta 1260.
Ese cura joven, Redentorista, casi no hablaba el castellano, pero se arregló para hacerse entender por los vecinos que vivían en el lugar. Su amor por San Vicente, fue a primera vista. No se quiso ir más y hasta tuvo desencuentro con las autoridades Redentoristas porque no aceptó el traslado como Párroco a una parroquia en la provincia de Chaco.
Los fieles católicos de San Vicente pidieron que se quede y sus superiores lo permitieron, pero nunca más pudo ser Párroco.
Su fallecimiento se produjo alrededor de las seis de la mañana del sábado 29 de mayo. Era el décimo día que estaba internado en el sector de aislamiento COVID del Hospital de San Vicente “con Diagnóstico de Insuficiencia respiratoria, neumonía. Secundarios a infección por SARS-COV-2 (COVID 19)”, según el parte médico.
Evangelizador
El Padre Jorge Maniak llegó a la Capital Nacional de la Madera cuando era sólo un pueblito con un potencial de crecimiento. Había pocas instituciones y pocas escuelas, no había iglesias ni capillas en las colonias.
Su labor evangelizadora fue muy laboriosa y tuvo un rol importante en la llegada de instituciones educativas a las colonias como también tuvo una participación muy activa en las gestiones por las instituciones de reparticiones públicas. Siempre estuvo dispuesto a acompañar e incluso a trasladar hasta Posadas a los vecinos para que realizaran las gestiones que necesitaban.
Picada y colonia que se abría, el Padre Jorge ya estaba haciendo su labor evangelizadora y gestionando con los colonos la construcción de una escuela. Siempre decía “primero llegaba la palabra de Dios y después traíamos las escuelas para los hijos de los colonos”. Nunca puso prioridad en una u otra necesidad de la comunidad donde desembarcaba con su evangelización.
Su accionar durante estos años le valió el respeto y el cariño de toda la comunidad, sin distinción religiosa.
En los 54 años que estuvo en la Capital Nacional de la Madera, levantó más de medio centenar de capillas en la zona urbana y rural. Él mismo se ponía al frente de las construcciones con cada una de las comunidades.
De ahí que se ganó el apodo de “el cura constructor”, pero él prefería que lo llamen el “cura evangelizador” porque esa era “su labor encomendada por Dios” como expresó en más de una oportunidad.
Tenía su sueño de tener un velorio multitudinario en la Iglesia San Vicente de Paul y Madre del Perpetuo Socorro y quería tener su morada final en la misma iglesia que él construyó, pero su partida a causa de COVID le privó de su sueño. Por protocolo no puede ser velado. Su morada final es el predio de los sacerdotes Redentoristas que tiene en el Cementerio local.
El Ejecutivo municipal mediante la Resolución 54/2021 resolvió declarar dos días de duelo por el fallecimiento del sacerdote.