El Maestro Iyengar decía que “el cuerpo es la expresión del espíritu interno”. Deberíamos tenerlo siempre presente y cuidarlo porque también es nuestro vehículo, un vehículo que se mueve y funciona con la energía vital, el prana.
En efecto, nuestros maestros nos enseñaron que el prana es la energía del Universo y que como hay identidad entre el Universo o macrocosmos y el ser humano o microcosmos, el prana es la energía que nos anima y cuya manifestación más perceptible es el aliento.
André Van Lysebeth insistía en que nuestra vitalidad depende de una asimilación suficiente de prana, de su correcta utilización y de su circulación armónica, sin separar los procesos psíquicos de los somáticos, lo que favorece la salud física y mental. Y precisamente porque circula, esta energía conduce la sangre y la anima, aumenta el tropismo y renueva la vitalidad.
Es por eso que debemos cuidar la calidad del aire que respiramos y de los alimentos que ingerimos, lo que sumado a una práctica tan vital como el pranayama del Hatha Yoga “nos proporciona un acceso consciente y voluntario a las fuentes mismas de la vida”, como decía Swami Sivananda. Y Van Lysebeth completaba esa afirmación expresando que el pranayama, como medio eficaz para controlar y repartir las energías vitales, es la ciencia más vital porque todas las energías que se manifiestan en forma de vida son de orden pránico.
En el mismo sentido, la profesora argentina Verónica Belloli explica que las posturas del Yoga reponen la energía vital porque coordinan los sistemas nervioso, glandular, respiratorio, circulatorio, digestivo y excretorio, al tiempo que tonifican los músculos, fortalecen la columna, aumentan la flexibilidad y equilibran los sistemas simpático y parasimpático. De este modo benefician la totalidad de la persona al buscar la armonía y la redistribución de la energía vital.
Entonces comprendemos que el campo real del Hatha Yoga es el cuerpo sutil formado por la energía vital o prana. Considerando que vitalidad se define como energía para vivir y actividad plena de las funciones vitales, recordamos a los maestros reiterando que el estado de vitalidad genera también serenidad, alegría y un sentimiento de dicha por la existencia. Y como vimos que el cuerpo absorbe energía cósmica y la emplea en su interior para todos los procesos vitales, éste será el tema de la próxima nota. Namasté.