Thalía Zulema Alves (18) comenzó un emprendimiento para hacer ladrillos de concreto. La pandemia impidió que pudiera iniciar sus estudios de medicina, como era su sueño, entonces volvió a su tierra y decidió armar, primero un vivero, y luego la fábrica manual de bloques para levantar paredes. También trabaja como planillera en el servicio de lanchas que lleva a los turistas hacia los Saltos del Moconá, lo que le genera un ingreso fijo, que sirve de apoyo a los otros dos emprendimientos.
“Lo que hago tiene mucho significado. No es sólo un negocio común, creo que puede inspirar a otras mujeres y a jóvenes a tomar la decisión de iniciar su propio emprendimiento”, reflexionó.
Después de terminar sus estudios en el BOP Nº 76 de Colonia Primavera, sobre la ruta costera 2, el propósito de Thalía era estudiar medicina. Con 17 años se marchó a Posadas para cumplir con su cometido, pero la pandemia y la aplicación de la cuarentena, echó por tierra su anhelo. Volvió a su casa, para reinventar su futuro. Primero armó un vivero y luego una fábrica de ladrillos de concreto. Además, consiguió trabajo como planillera en el servicio de lanchas a los Saltos del Moconá. Con sólo 18 años y un futuro por delante, la joven pretende marcar una diferencia a la hora de emprender. Su truncada ilusión de ser médica, no la desanimó, en cambio buscó alternativas en su propio ambiente social.
Vive con su familia en Colonia Puerto Paraíso, a 25 kilómetros de El Soberbio. Para iniciar su primer emprendimiento hizo un análisis muy práctico de lo que faltaba en la zona. Y vio que no había viveros. Un año después pensó que podía hacer algo más, y volvió a estudiar lo que hacía falta en su espacio, y decidió comenzar con una fábrica manual de bloques de cemento.
“Terminé quinto en 2019 y quería seguir una carrera universitaria, puntualmente medicina. La pandemia hizo un giro en todo y lo que pensé que iba a suceder, salió todo lo contrario. Entonces volví a casa porque había perdido el año. Pensé en hacer algo para mí, comenzar con un emprendimiento. Vi que en la zona no había un vivero. Entonces decidí comenzar con eso. Como a me gustan las plantas, me impulsó más todavía”, contó.
En un espacio que su familia le cedió para el emprendimiento, Thalía construyó un invernadero y comenzó las tareas. El trabajo de vivero no es fácil, hace falta conocimiento. Pero ella lo tiene porque siempre le gustaron las plantas, el jardín y la huerta. Eso facilitó el inicio y lograr que funcione.
“Compro algunas plantas y las revendo, otras produzco en mi vivero. Pasan muchos turistas y las piden para llevar. También mis vecinos son clientes. Las compran para ponerlas en la chacra. Se venden muchas frutas de injerto, plantas ornamentales. Ahora estoy haciendo mudas de hortalizas, verduras y citronella, que se están vendiendo muy bien”, comentó. La fábrica de ladrillos surgió este año. “Hace unos tres meses más o menos, puse en práctica esta idea. Me pareció que es algo diferente, que no hay acá en la zona donde vivo. Son ladrillos de cemento. Fui a visitar a unos familiares que viven en San Vicente y tienen una fábrica de ladrillos de barro. Volví y quedé pensando cómo podía hacer eso. Decidí que podía hacer de concreto”. Para la zona fue toda una novedad que una chica de 18 años fabrique ladrillos, pero para Thalía el emprendimiento “tiene otro significado”.
“Lo que hago tiene muchos significados. No es sólo un negocio común, creo que pueden inspirar a otras mujeres y jóvenes a tomar la decisión de iniciar sus propios emprendimientos. En la zona hay muchas personas que dicen que una mujer no puede hacer eso porque es pesado y esas cosas”, expresó.
Dedica varias horas del día para fabricar los ladrillos. “Es un trabajo pesado porque tengo que hacer las mezclas con la pala, porque no tengo mezcladora ni nada de eso. Todavía no tengo mucha producción pero sí, muchos pedidos. Tengo clientes que me hacen encargos. Produzco a pedido, porque ya corrió la voz y vienen a ver” la elaboración, confió, entusiasmada, quien recibió una ayuda del Gobierno de Misiones.