Vivimos rodeados de situaciones que disparan nuestras reacciones. Imagínate que vas caminando tranquilo por un parque y de pronto te sorprenden los gritos de niños pidiendo auxilio, ¿qué hacés?, seguramente salís corriendo a tratar de ayudar.
Pensá que recibís uno de esos abrazos por la espalda de parte de tu hijo, seguramente te invadirá la alegría tiñendo tu día de esa emoción. Ahora imagínate que recibís un mensaje de tu jefe, pidiéndote rever un informe cuyo vencimiento es hoy, probablemente sientas algo de ansiedad o angustia.
Nuestra vida se compone, en definitiva, de una serie de patrones de respuesta que no planificamos.
Se van mezclando cuestiones objetivas y subjetivas que van conformando nuestra realidad y nos predisponen a la acción. De hecho, hay muchas decisiones que creemos que tomamos de manera consciente, pero en ellas se cuelan creencias limitantes, emociones y patrones viejos que condicionan nuestro accionar.
Entonces, ¿cómo tomamos las decisiones diarias?
La neurociencia nos dice que por lo general usamos una combinación. Consideramos las posibilidades de forma racional, pero al final nos dejamos llevar por nuestras emociones, por lo que deseamos.
Nuestro maravilloso cerebro se las arregla para integrar razón y emoción. Necesitamos las emociones para poder hacer frente a un mundo impredecible que cambia rápidamente y necesitamos nuestro raciocinio para evaluar lo mejor de cada situación.
La síntesis perfecta de esta integración la tiene el idioma chino con la palabra “xi”, que es la que usan para referir a mente y corazón.
El Xi, es un instinto refinado, una sabiduría interna que podemos trabajar y consolidar día a día. Así como entrenamos los músculos en el gimnasio, también podemos entrenar el xi para tomar mejores decisiones.
¿Cómo hacerlo? Una de las formas es prestar atención a cómo nos sentimos cuando actuamos bien. Registrar la sensación al realizar cualquier acto amable, por pequeño que sea – hablar amorosamente, escuchar con compasión, ayudar a alguien-. Cuando actuamos desde nuestra integración mente-corazón -nuestro xi-, sentimos una sensación de bienestar. Esa sensación es la brújula, en la medida que la reconozcamos y la integremos fortalecerá nuestro instinto.
Subamos el volumen de nuestra guía interna o “xi”, escuchémoslo más, confiemos y dejemos que nos guíe hacia mejores decisiones.