Ramón Quintana, de 73 años, mira en el fondo de su placar ese guardapolvo blanco cuidadosamente planchado que, cincuenta años atrás, usó por primera vez en una pequeña escuela en la Colonia Yacutinga.
Un 15 de marzo de 1971 Ramón se preparaba para dejar su hogar en Cerro Azul y embarcarse a una vocación que hasta el día de hoy mantiene viva en la Colonia Yacutinga. “Mi destino era trabajar con los chicos de primaria y lo hice con mucho cariño”, contó a PRIMERA EDICIÓN el docente jubilado, Ramón Quintana.
Se recibió de docente en Leandro N. Alem y “cuando volví a Cerro Azul para enseñar a los chicos de mi pueblo, se me apareció la oportunidad de inscribirme a un concurso para enseñar en otra localidad”, dijo.
Su novia, que más adelante se convertiría en su compañera de vida, le recomendó que elija la zona de Eldorado: “Gané el concurso y mi destino fue la Colonia Yacutinga. Llegamos los dos a la colonia con solo 23 años sin pensar que nos quedaríamos tanto tiempo”, dijo.
“Estaba lejos de mi familia y en una zona en la que no conocía a nadie, con costumbres totalmente diferentes a las que yo tenía”, agregó. Aunque la adaptación no fue fácil, “traté de acomodarme y al año siguiente me casé con mi novia y nos quedamos para toda la vida”.
“Extrañé mucho enseñar”
En1994 Quintana se jubiló, pero hasta el día de hoy mantiene el contacto con sus alumnos. Según confesó, “los primeros años de jubilado fueron difíciles. Me costaba mucho ver pasar frente a casa a los chicos con su guardapolvos. Extrañé mucho enseñar”. Gracias a su educación agrotécnica “enseguida nos abocamos con mi esposa al trabajo en la chacra y hasta ahora lo seguimos haciendo. Eso me permitió mantenerme ocupado”.
Ahora que pasaron cinco décadas, Ramón mira para atrás: “los tiempos cambian y el sistema de educación también. Yo fui educado de otra manera que la actual y cuando vine traté de que esos mismos valores y orden se mantuvieran. Les exigí bastante a mis alumnos no sólo en sus materias, sino también en su formación como persona”, dijo.
“Hace poco hablaba con una ex alumna y recordábamos que incluso les enseñamos cómo se debían sentar en la mesa y cómo trabajar en la huerta porque, como teníamos comedor, la mayoría de los alimentos los producíamos nosotros mismos para que los chicos tengan una alimentación más completa”, agregó. En este sentido, consideró que “antes el rol de la escuela y del docente era más valorado. Ahora creo que eso cambió”.
Formaron una gran familia
Quintana se emociona. “Hablar de mis años en la escuela me pone así porque tengo tantos recuerdos lindos… Los vecinos de la colonia siempre fueron gente muy buena y todo su afecto me quedó muy grabado y formé muchas amistades. Armamos una gran familia conformada por los alumnos, los papás y nosotros los docentes: compartíamos muchísimas cosas juntos. Para cualquier fiesta familiar o cumpleaños nos solíamos reunir todos y cada año hacíamos viajes de estudio con los chicos de quinto y sexto grado a varios lugares, no sólo de Misiones sino a Corrientes, Chaco, Brasil y Paraguay. Todas esas cosas quedan muy grabadas y las llevo dentro de mi corazón”.
El maestro Quintana todavía habla con algunos de sus ex alumnos. “Me suelen llamar desde Buenos Aires o Córdoba y charlamos un montón. Ahora para ellos soy el viejito, el hincha… unos me siguen tratando de usted y otros de vos, yo acepto todos los apodos porque sé que lo dicen con mucho cariño”.