Como decía Mataji Indra Devi en la lección anterior, esta experiencia ayuda mucho en lo cotidiano porque “si supiéramos concentrarnos y hacer buen uso de nuestra mente, nuestra vida sería muy distinta, ya que no sólo nos libraríamos de los temores que nos asaltan diariamente, sino que lograríamos el éxito en lo que nos propusiésemos hacer”. Por eso mismo nos recordaba que la concentración ya puede enseñarse a los niños cuando alcanzan la edad de empezar a pensar por su cuenta, a los seis o siete años, por medio de juegos y juguetes especiales.
Además, como “la persona que ha dominado el arte de la concentración generalmente desarrolla una personalidad magnética, vibrante y dinámica”, nos advertía la Maestra que si “el poder del pensamiento positivo da resultados indudablemente, también el pensar negativo produce funestas consecuencias”, como en nuestros días lo pueden corroborar las ciencias. Por eso insistía en que de nosotros depende emplear el poder del pensamiento con sentido creador o destructor, ya que la concentración puede ser un arma poderosa de dos filos y debemos ser conscientes siempre de los verdaderos motivos que dirigen nuestras acciones y producen nuestros problemas.
Y precisamente para evitar el abuso del poder del pensamiento, “la concentración del Yoga generalmente va precedida del Yama – Niyama y seguida por la meditación” subrayaba Mataji, refiriéndose a los principios morales de nuestra disciplina que sustentan la práctica de la concentración (Dharana) y la meditación (Dhyana), componentes de los ocho peldaños a transitar que hemos descripto en notas anteriores.
Vemos así que para poder meditar primero tenemos que desarrollar la capacidad de concentrarnos, habiendo aquietado y estabilizado cuerpo y mente en nuestra Hora del Ahora, como reiteraba la Maestra, para aprender a vivir en el Presente. El tema seguirá en la próxima lección. Namasté.