“Para ser montador de mástiles de comunicaciones hay que tener mucha concentración y un poco de miedo, eso te puede salvar la vida”, aseguró Luis Oscar Matzke.
Con 63 años y más de 40 en el oficio, Luis Matzke se convirtió en uno de los primeros trabajadores en ejercer este rubro: “Soy el que mira la ciudad desde lo alto”, dijo con una gran sonrisa. Y agregó: “Soy el que instala y desinstala los mástiles de comunicación”.
Actualmente, según el trabajador, son cuatro las personas que se dedican, exclusivamente, a montar mástiles. Él, además de edificarlas, realiza los mantenimientos y en caso de que lo requieran, también las desmonta.
El viernes 28 de agosto celebró su cumpleaños número 63 y aseguró a PRIMERA EDICIÓN que continuará escalando “hasta que algún motivo no me lo permita. Mientras seguiré subiendo”.
Para Luis, parte de su felicidad es despertar y colocarse su ropa de trabajo, los zapatos especiales y los elementos de seguridad: “Mi trabajo me genera alegría, no puedo explicarlo: estar arriba y ver más allá de lo que podés ver cuando estás abajo me genera una alegría enorme”.
Los ojos al cielo
Esta historia comenzó hace 40 años. Luis tenía 23 años, cuando su amigo, Ricardo, lo invitó a trabajar con él. Antes, le advirtió que se trataba de un trabajo poco convencional, se moverían en las alturas.
“Él me enseñó lo que necesité para emprender en el oficio. Trabajamos 15 años juntos y un día me dijo: ‘Vamos a dejar, no rinde más’. Y yo me sorprendí, le dije que no quería abandonar, que iba a seguir hasta donde pueda. Hoy sigo subiendo”, señaló.
Durante todos esos años el trabajador confesó que: “En muchas ocasiones tuve miedo, no puedo decir que no lo tuve. Eso me permitió que estuviera atento, concentrado en cada paso. Sin embargo, son menos los tiempos de miedo que los de alegría”.
Sus primeros trabajos fueron las instalación de antenas para las radios en la provincia. “Las primeras FM que funcionaban en la ciudad necesitaban altura, había que escalar”, dijo.
Luis recordó que “una de las primeras radios que se instaló en la entrada de Posadas, que era del señor Juan Carlos Lacentre, fue una de las primeras torres que levanté solo, de 36 metros de altura”.
Luego llegaron los canales de televisión. “Estos necesitaban otros equipos, ya no tanta altura porque no necesitaban cubrir tanto espacio. Antes los mástiles no se ponían en altura desde la base, se construían arriba de los edificios”.
En estos momentos, con la llegada de Internet, también se encarga de instalar “wifi, que se pide mucho”, indicó.
En Posadas,son innumerables los mástiles construidos por el pionero. “Es difícil sacar cuentas pero deben ser unos 40 trabajos de montaje. Y de mantenimiento son muchos más porque son los más requeridos”, aseguró Luis.
A lo más alto
En la provincia de Corrientes, Luis debió escalar una altura superior a los 120 metros, desde el piso. Y manifestó: “Es complejo saber la altura con precisión ya que hay situaciones en las que uno empieza sobre un edificio, pero uno calcula la parte del mástil en adelante”.
En esa oportunidad, “hice reparaciones para un canal de televisión. Ese mástil era muy práctico porque se sube por fuera, a esa altura los mástiles se suben por dentro, pero este era por fuera. Me tocó corregir las antenas y pararrayos”.
Quedarse en la cima
Los riesgos de escalar una torre son muchos, y por eso Luis compartió alguna de sus anécdotas: la primera no tardó en llegar, ni bien comenzó a ejercer el oficio tuvo un evento que recordará por siempre. “Era la primera vez que estaba haciendo la instalación de una antena de radio.
Recuerdo que era para Radio Encarnación, que se encontraba en la zona baja del país vecino. De repente, en pleno trabajo se largó la lluvia y no podía bajar”, contó.
Consciente de que un error podía ser mortal, el trabajador se acomodó, muy lentamente, ajustó el cinturón de seguridad y se quedó inmóvil. “Tuve que esperar porque los hierros se ponen resbalosos y uno no puede agarrarse ni caminar por la torre, tuve que esperar. Estuve unos 30 minutos intentando bajar. Era una lluvia intensa, donde tenía que estar tranquilo porque un resbalón y me venía abajo”, dijo.
Tiempo después, la naturaleza lo sorprendería nuevamente. “Estaba trabajando en el centro de Posadas, se venía el tiempo pero todavía se podía trabajar. De repente escuché un estruendo y sentí el fuego en mi brazo, al mirarlo estaba completamente encendido. Resulta que un rayo me pasó muy cerca, me rozó nada más pero fue suficiente para quemarme”, rememoró.
Por supuesto, Luis explicó que cada vez que se inicia un trabajo “uno prevé en qué momento subir teniendo en cuenta el clima y distintos factores. Pero hay situaciones inesperadas y uno tiene que estar preparado”.