A Ignacio Arrieta lo alentaban constantemente para que escribiera un libro histórico sobre la localidad, habida cuenta de la cantidad de imágenes que tenía del pueblo en el que toda su vida trabajó como fotógrafo. La idea estaba latente y el tiempo pasaba de prisa, pero gracias a un proyecto que surgió desde la Municipalidad de Jardín América y con la colaboración de su hijo Ariel, pudo ver concretado el sueño. Este año y como un homenaje, a poco de cumplirse el primer aniversario de su partida, el contenido fue subido a la web y está disponible para quienes quieran apreciarlo.
“Surgió de a poquito y nos llevó más de un año desarrollar el trabajo pero quedamos conformes con la tónica o el espíritu que le dimos”, recordó Ariel. Es que, como advierten en el prólogo, la idea no era hacer un libro desde lo formal de la historia sino rescatar anécdotas de pobladores de los primeros años y contarlas a manera de cuento, de relato, “la mayoría con un tono un poco humorístico, jocoso, risueño”.
“El eje central era rescatar a ese Jardín América de antaño, en la figura de esas personas que eran simples pobladores, vecinos. En el libro incluimos unos 30 relatos contando distintos tipos de anécdotas y, a medida que transcurren, se reflejan otros datos históricos de la ciudad”, explicó el coautor. Por ejemplo, al hablar de los carnavales jardinenses -que tuvieron su época de esplendor y eran convocantes-, se cuenta una anécdota, pero se visibiliza cómo eran, se brinda un panorama general, se contextualiza.
Recordó que la vida de su papá, que falleció el 31 de octubre de 2019, estuvo vinculada al tema histórico. Es que “trabajó en un medio de comunicación por más de 50 años y su pasión fue la fotografía, por lo que era inevitable que estuviera en los hechos claves de la ciudad, de las pequeñas historias de las que rodean a todo pueblo, entonces él tenía mucho conocimiento, memoria sobre los personajes, personas, acontecimientos. Por eso siempre le insistían que escribiera un libro. Lo tenía como un proyecto pendiente pero nunca se puso a hacerlo en serio”. Hasta que vino el pedido desde la Comuna -contaron con el financiamiento para la publicación- y trabajó en equipo con su único hijo.
“Él me contaba la anécdota, me buscaba las fotos, me daba el material, y yo lo pasaba a formato relato, contando de manera divertida, ordenada, amena. Así se fue desarrollando la tarea”, expresó. Al final, Ignacio quedó encantado porque era el libro que quería lograr, con una foto de tapa que fue tomada por Isaac da Silva el 18 de septiembre de 1949 en ocasión de la inauguración de la Comisión de Fomento de Jardín América.
“Inicialmente tenía otra idea, pero a medida que se fue desarrollando el proyecto, le encontramos la vuelta, y salió divertido, interesante, no como un manual de historia que te dice de tal fecha a tal fecha. No quisimos quedarnos en el dato formal, acartonado, sino que fuera algo entretenido de leer para los que conocieron esa historia o los que la vivieron, o para los que no son de la zona o que son jóvenes, que puedan sentirse partícipes de esa historia en común que tienen por vivir acá”, acotó.
Según Ariel, el lector se podrá encontrar con “de todo un poco”. Pero confesó que, personalmente, “el que más me agrada es sobre un tema que me gustó investigar, como mito o leyenda urbana, porque no se sabe si fue verdad o no. Refiere sobre del posible refugio, aquí, del nazi Martín Bormann, a quien una vecina creyó haber identificado e hizo una denuncia en el Consulado Alemán. Después, el hombre desapareció, entonces quedó el misterio, si era o no.
Tomé su relato y le di un marco histórico. Leí varios libros para encontrar los datos fidedignos, para unir su historia, a nivel mundial al ámbito jardinense, la de ese hipotético Bormann que anduvo por nuestra ciudad”. A diferencia de la mayoría, ese sí es un relato formal, histórico, con fechas, sin tantos otros condimentos.
Otro de los temas salió a flote al recordar cuando el gobernador de Misiones, César Napoleón Ayrault buscaba su reelección en el cargo. “Varios vecinos escuchaban a Eró -así se pronuncia-, haciendo su discurso en radio LT4 pero en los afiches aparecía escrito de otra manera. Entonces vino uno de la colonia y dijo a éste que está hablando, a Eró, lo voy a votar, porque ese otro que dice Ayrault, ese no me convence”. A raíz de eso, Ariel describió el marco histórico, contando sobre las reuniones políticas que se hacían debajo del timbó, que era el árbol que por muchos años fue el símbolo de la ciudad. “Se fueron adaptando muchas historias para compendiar en una sola, con un final gracioso”, agregó.
Al mencionar el timbó, recordó a un viajante de productos de peluquería -Julia, su mamá, era peluquera- que venía desde Posadas en colectivo y sabía que tenía que bajar cuando se encontraba con el árbol gigante. Un día, al despertar preguntó al guarda cuanto faltaba para llegar a destino. “Ya pasamos. Estamos llegando a Puerto Rico”, contestó. “¿Cómo? ¿Y el árbol?”, insistió. “No, lo cortaron la semana pasada”, aclaró. Con esa anécdota, los Arrieta contaron todo en torno a lo que era el árbol, lo que representaba, porqué era el símbolo, cómo su tala afectó a la ciudad, y los detalles del derribo de la especie, todo acompañado de fotos del momento final, del archivo de Ignacio.
Al recuerdo de Ariel también llegó la música de una película que se popularizó en el pueblo porque Ignacio, que era operador de cine -cuando quería que la función terminara pronto, aceleraba el proyector-, la utilizaba para convocar a los vecinos a la función. Se trata de “El puente sobre el río Kwai”. En uno de los relatos, también cuentan esa historia, que transcurre en Tailandia. “Pude mezclar cosas que no tienen que ver con Jardín América pero, después, asociaba la idea y llegar a destino. Me gustó como uní esas dos cosas y llegué al final de la historia”, celebró el joven, a quien le gusta la fotografía pero no como una forma de vida. “Muchas veces ayudé en cumpleaños y casamientos como iluminador, y cuando viajaba sacaba dos o tres mil fotos, que papá miraba, opinaba, sugería” pero “no lo tomaría como una profesión”.
Remarcó que son todas pequeñas historias -algunas con ilustraciones de su tío, Mario Arrieta, “pero en su entorno tratamos de contar cómo era el Jardín América de antaño, de esa pequeña comunidad que luego dio lugar a la ciudad. Involucra a la gente en sus primeros años. Buscamos transmitir ese espíritu de cómo era el Jardín América de antes, como era vivir en una localidad que nunca conocí. Pero creo que me acerqué bastante”.
Sostuvo que la idea no era ganar dinero sino hacer ese libro tan pedido por la gente. “Papá era más de lo oral, de lo radial, y esto para él era un proyecto más complicado. Finalmente pudimos hacerlo. Costó porque, además, vivo en Posadas, y los fines de semana iba a mi pueblo, le mostraba los borradores, corregíamos, hasta que salió a la luz después de más de un año y pico de trabajo”, subrayó.
Ariel se dedica a la informática aunque admitió que “de chico me gustaba el periodismo”. Cuando estaba en el secundario hizo una especie semanario local con fotocopias de artículos periodísticos al que llamó Siglo XXI, que duró tres números. “Siempre me atrajo, me gustó, y siempre estuve relacionado porque papá estaba en el tema. Pero nunca me dediqué formalmente. En la secundaria escribía cuentos y resulté ganador de un concurso nacional denominado “Cuentos con cuentas”, donde había que mezclar la matemática con la literatura”, comentó, quien tiene como propósito escribir sobre mitos y leyendas misioneras. “Quizás algún día lo retome porque me atraen ese tipo de relatos, el lado fantástico de la cultura misionera”, alegó.
Testimonios valiosos
Reseñó que “Alborada de un pueblo” se divide en dos partes. El 80% lo ocupan los relatos, pero existe un pequeño agregado, que daba pie para un futuro segundo libro. Es que cuando en 1996, Jardín América cumplió 50 años, Ignacio Arrieta, nacido en Hohenau, Paraguay -vino a Misiones a los 9 años – fue parte de la Comisión del Cincuentenario. Como parte de esos festejos hizo un programa radial al que invitó a 22 pioneros que le contaron sobre sus vivencias, sobre su pasado.
“Transcurridos más de veinte años, eso tiene peso porque buena parte de esa gente ya no está. Los testimonios están grabados y, como parte del proyecto, lo que hice fue digitalizar los programas. Esos audios están disponibles en la página web, accesibles para todo aquel que los quiera escuchar. La idea era transcribirlos todos al libro, pero no es lo mismo volcar a la escritura algo verbal. Las pausas, los silencios, los gestos, esa comunicación no verbal, es difícil pasarla al papel.
Hice el intento e incluí en el libro dos de esas transcripciones. Fue muy difícil, porque hay que explicar cosas que el entrevistado dejó en suspenso. Hay que darle el marco para que se entienda, y ahora que papá no está, es mucho más complicado hacer eso. Es de mucho valor. Es una forma de revivir las palabras de esos pioneros”, manifestó.