Ya van tres semanas y no hay nada que llame más la atención en el mundo que ver qué pasa con Donald Trump en Estados Unidos. El millonario tiene matices del Diego (10), o de algún candidato a concejal de algún pueblito perdido de nuestra argentina ¿por qué? Porque uno recuerda a Maradona diciendo que él era el “Diego de la gente” y ese político hoy puede estar en el cargo porque se mostró como “el candidato de la gente” y el carismáticamente repudiado Donald se vendió a los votantes como el “millonario de la gente”. Mister Trump, ese hombre de cabellera rubia que nos hace acordar a un plato de fideos “cabellos de ángel”, supo entender lo que quería el común de los estadounidenses. Las clases bajas, los desempleados, los que añoraban sus antiguos trabajos bien remunerados, los que estaban hastiados de ver tanto latino sospechoso en su barrio, los que insultaban a Hillary cuando aparecía en la TV, los más viejos que recordaban cuán grande había sido su nación cuando eran jóvenes, los amantes del orden y la mano dura para arreglar rápidamente lo que estaba mal, los que no soportaron ver a un hombre de color como Obama tantos años dirigiendo a la nación, o los que llenaban sus actos con los gritos de “enciérrenla” cuando él hablaba de su rival demócrata etc. etc. etc.“Si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie” confesó una vez Carlos Menem. Es que una cosa son las promesas en “modo candidato” y otra muy distinta es hacer lo prometido ya en “modo gobernante”. Primero llego, después vemos. La primera señal de Trump acerca de que había apretado la tecla off, fue apenas se confirmó que el número de electores que había conseguido le aseguraba la victoria. Tuvo palabras conciliadoras y de respeto hacia Hillary Clinton, como así también llamó a la unidad de los “americanos”. Instaba a la reconciliación, justo quien desde sus discursos performativos como referente de los republicanos había vuelto a “dar forma” a la división que estaba latente en la sociedad. Al observar desde este lado del mundo y de la historia, es inevitable analizar los pasos que está dando Trump con la idea que una vez expresó el diputado radical Raúl Baglini, allá por 1986, en el lejano gobierno de Raúl Alfonsín. La ciencia política le dio una clasificación y hoy esa idea es conocida como el Teorema de Baglini. Daba a entender más o menos que “el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”.¿Qué significa esto? Lo que se mencionó antes, una cosa es el candidato y otra muy distinta puede llegar a ser el gobernante. Pero este concepto del exlegislador de la UCR tiene más precisiones para entender de qué se trata: “Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”. Y “cuanto más se acerca un político al poder más se aleja del cumplimiento de sus promesas de campaña”. Y tiene otra más que la comentaremos más adelante.Este teorema mostró que así como pasa en la política argentina, comenzó a pasar en la política del magnate “figuretti” devenido a presidente. Recordemos que en uno de los debates televisivos, Trump había dicho:“si yo gano la elección, va a haber un fiscal especialmente para que investigue a la secretaria Clinton por los 33 mil e-mails borrados” . Hillary le respondió: “Va a ser bueno que un hombre con el temperamento de Trump no esté a cargo de las leyes en nuestro país”. Voló una respuesta como un cachetazo “claro, porque tú estarás en la cárcel”. Y qué pasó entonces. Esta semana el electo mandatario fue hasta la mismísima guarida de “la corpo”, allí donde está parte de los que blanden los “fierros mediáticos”, en las oficinas del diario New York Times. Se reunió con los principales editores y responsables del medio y les aclaró entre varios puntos que “no tenía intenciones de lastimar a los Clinton”, porque “ella ha sufrido mucho en la campaña”. Explicación “baglinesca” de Trump sobre lo que había dicho en el debate en la televisión nacional. Otra de sus promesas de campaña fue retirar a Estados Unidos de los tratados contra el calentamiento global como el Acuerdo de París. Había mencionado que ya tenía a un asesor trabajando para buscar la forma más rápida de salir del pacto rubricado por Obama, porque lo consideraba “un cuento chino”. En esa reunión en el Times, aclaró sin embargo que “lo estaba analizando muy de cerca” y que tenía “una mente abierta” al respecto. Aquellos que veían a Trump como una amenaza al problema de los cambios en el clima por acción del hombre, sintieron alivio al saber que al menos lo considera, ya que la actividad industrial en los EEUU es una de las más nocivas respecto al efecto invernadero. Pero como decíamos antes, vemos que el Teorema de Baglini podría aplicarse a esta moderación del republicano respecto a estos dos ejemplos, pero la tendencia no termina ahí, porque también abarca la parte más extrema del concepto. “Cuánto más cerca del poder está, más conservador se vuelve un grupo político”.Las promesas que el millonario mantiene firmes y tiene en alerta a muchos son por un lado la confirmación de que una de sus primeras medidas ejecutivas será la deportación de unos tres millones de indocumentados e inmigrantes con antecedentes y además la salida del país del Tratado Trans Pacífico, que Obama tanto intentó dar forma para contraarrestar la influencia comercial de China. Y por supuesto, la frase más contundente “Vamos a construir el muro”.Pero lo peor que trajo la victoria de Trump es el protagonismo de los grupos de ultra derecha más recalcitrantes de la sociedad. Los conservadores están a sus anchas porque ganó el candidato que según ellos, interpretó lo que ellos quieren para “limpiar” la sociedad. El grupo Alt-right realizó un acto en el que celebró la victoria de “su” candidato con saludos nazis y el “Hail Trump”, al Hitler de campaña. Y por si eso fuera poco, el Ku Klux Klan prepara la “marcha de la victoria” para el próximo 3 de diciembre. Los grupos racistas juegan con el slogan de campaña: “Make América Great Again” (Hagamos a América grande otra vez) y lo cambian por “Make América White Again” (Hagamos a América blanca otra vez). Los “forajidos” estadounidenses esperan que Trump cumpla todas sus promesas de campaña, mientras que los más conciliadores ven como una pesadilla nacional a es
e “racista, misógino y violento” en la Casa Blanca. Parece una película apocalíptica pero es la realidad que el pueblo de Estados Unidos buscó, porque muchísima gente dejó de lado las buenas formas y eligió a “un rudo” para que ponga orden. Aún no se sabe el grado en el que el Teorema de Baglini cruzará la presidencia de Donald Trump. Las señales que está dando lo ubican a medio camino. Medio Estados Unidos desea que termine moderando sus promesas de campaña, pero la otra mitad no quiere que la defraude. ¿Terminará siendo un sheriff respetado, o un villano de poca monta? Ya lo sabremos. Lo que sí tendremos por seguro es que el 20 de enero (cuando asuma) comenzará una serie apasionante. Compren pochoclos.Colaboración:Lic. Hernán Centurión
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