Fueron más de seis años que no sólo los transcurrió acorralado por el dolor de ser víctima de los abusos sexuales de su tío. El mismo victimario lo sometió a su vez a los engaños, amenazas y a vivir atemorizado, confundido, porque a cada instante escuchaba su voz: “No tengas miedo, te voy a enseñar como tratar a las mujeres cuando seas más grande”.Ese calvario tal vez tuvo su final en la Justicia hace pocos días. En juicio abreviado, el Tribunal Penal 1 de Posadas condenó a Patricio Germán Lezcano, alias “Quico”, a once años de prisión como “autor de abuso sexual simple y con acceso carnal, en reiterados hechos, agravado por el vínculo y en concurso real”.La víctima es un niño que entre sus seis y doce años fue ultrajado por un hombre (hoy de 61 años) que lo mantuvo en silencio a fuerza de macabras advertencias y mentiras.Los jueces Eduardo D’Orsaneo, Martín Errecaborde y Ángel Dejesús Cardozo, coincidieron con la propuesta de la fiscal Liliana Mabel Picazo de una condena de once años de prisión efectiva.El ofrecimiento fue acordado previamente con la defensora de Lezcano, Mónica Olivera.Taller del horrorDe acuerdo a las pruebas colectadas contra el encartado, los abusos se produjeron repetidamente en el taller de la vivienda propiedad de Lezcano en Miguel Lanús, en el sur posadeño.En ese lugar, y cuando cursaba el primer grado en el año 2006, el niño comenzó a sufrir los tocamientos genitales y a presenciar otras prácticas sexuales, condenables con la misma medida.Cuatro años después, el utltraje se transformó en carnal y se reiteraba con el uso de la fuerza en el mismo taller de reparaciones electrodomésticos y tareas de carpintería, sin que el niño pueda gritar y menos aún buscar ayuda.Recién en el 2012, cuando retornó del sur del país una hermana mayor, el niño rompió el silencio y le resumió, como pudo, los seis años de constante sometimiento en manos de su tío.Las malas calificaciones del menor en la escuela y un drástico cambio de conducta, poca autoestima y marcada tristeza, motivaron a la mujer a buscar la razón o causa, a comenzar a preguntarle.Hasta que la víctima en plena noche, cuando todos dormían, despertó a su hermana y le narró en voz baja el largo tormento. Fue el punto bisagra, el que sirvió para que interviniera la Justicia y se investigara lo sucedido respetando los derechos del acusado, quien esperó el veredicto con arresto domiciliario los cuatro años de idas y vueltas de la causa por pasillos judiciales. El beneficio le había sido concedido en la etapa de instrucción del expediente, luego que le rechazaran los pedidos de excarcelación a su defensa. No lo inventóPero el escollo insalvable en dirección opuesta a las intenciones de Lezcano fue la declaración en cámara Gesell tomada al menor. Recordó al detalle los seis años de abusos y violaciones. Así resaltó que los actos se concretaban aunque intentara resistirse: “Sólo me decía ’no te resistas porque voy a terminar cuando yo quiera’ (…) Pero también me repetía que lo hacía para que aprenda, para cuando sea grande, cuando iba a estar con mujeres”.La víctima no vaciló en su testimonio y además coincidió con la declaración de su hermana, a quien le había adelantado su dramática historia y quien lo llevó a denunciarlo. Despejó cualquier posibilidad de fabulación o que el relato le fue forzado a expresar.A Lezcano tampoco los análisis psicológicos le fueron favorables y lo describieron como un hombre que se ubicaba en tiempo y espacio, responsable plenamente de la i1egalidad de sus actos.El Tribunal Penal 1 ordenó que la pena impuesta se cumpla con prisión efectiva. Testigos en su contraNo sólo el testimonio de la víctima de los seis años de constante abusos sexuales resultó contundente para que los integrantes del Tribunal Penal 1 hallaran culpable a Patricio Lezcano. En el expediente constan testimonios de amistades y allegados que habrían notado comportamientos irregulares, insinuaciones sexuales, y hasta un intento de abuso.Una amiga de la familia, que habitualmente se quedaba a dormir en la vivienda de Miguel Lanús declaró que una noche la despertó Lezcano con besos en la boca y manoseos y amenazas de que no gritara y obedeciera a sus macabras intenciones. La mujer apuntó a que alcanzó a escapar de sus garras y se escondió en un ropero hasta que salió el sol y huyó de allí para nunca más acercarse.Otra testigo clave sostuvo que al ir a retirar un secarropas que había llevado a reparar, el hombre le propuso textualmente: “No sólo con dinero me podés pagar por el arreglo”. Acto seguido, la vecina se retiró y tampoco volvió a confiarle alguna tarea.Las pericias sobre su salud mental lo resumieron como “un sujeto inmaduro”, pero que comprende a la perfección sus acciones.
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