De toda la “gastronomía patria” que se reflota cada 25 de Mayo, quizás el plato más popular en la época revolucionaria de 1810 eran las empanadas.
Cuenta la historia que las damas de la naciente aristocracia porteña las comían en los puestos callejeros a la salida de la misa, ya que las empanadas eran típicos productos de venta callejera, como el locro, pero aceptados por todas las clases sociales.
El origen de la empanada, por supuesto, no es criollo: nació en Persia, llegó hasta Medio Oriente (donde aún hoy se las conoce como fatay) y luego se instaló en España con la invasión musulmana del siglo VIII. De ahí, los conquistadores las introdujeron en el “Nuevo Mundo”.
Aunque hoy existen múltiples variantes, en la época de la Revolución de Mayo nuestros antepasados las elaboraban con masa de harina de trigo y con grasa de pella.
Para el relleno se utilizaba fundamentalmente carne cortada a cuchillo, de vaca o de cordero, incluso de gallina.
Paralelamente, en el Norte argentino se “apropiaron” de la receta desde el inicio de la conquista, antes que en el centro del país, y con los años le fueron agregando una impronta excepcional casi provincia por provincia.
Fuente: Clarin / Ambito