Después de transitar en silencio los kilómetros que separan a la ruta 12 de Profundidad, la “Capital Provincial del Aire Puro” recibe a los visitantes en la quietud, lejos del bullicio que generó recientemente la tercera feria del libro “Biblioteca viva”, organizada por la Biblioteca Popular El Urunday, que movilizó a chicos y grandes. El objetivo principal de este evento fue continuar con la tarea de promoción de la lectura que se viene realizando desde hace varios años en esta pintoresca comunidad emplazada entre ondulaciones y el intenso verde. La biblioteca del pueblo es el motor de ésta y otras actividades que mantienen a los pobladores en movimiento. La idea de ponerla en marcha surgió de las profesionales Cora Cotti de la Lastra (médica), Letizia Hossly (nutricionista) e Inés Regina Arias (antropóloga), que se establecieron definitivamente en el lugar, allá por 2015, después de acogerse a los beneficios de la jubilación.
En una pausa entre tanta algarabía, contaron que “decidimos que queríamos buscar otras cosas y nos venimos a vivir a Profundidad. Nos encontramos con esta gente maravillosa y, como a todos nos gusta leer mucho, se nos ocurrió hacer una biblioteca para el pueblo. Ahí fuimos aunando voluntades, y empezamos a pedir colaboración”.
Las tres vinieron con sus familias desde Posadas, donde tienen muchos conocidos como resultado de tantos años de trabajo. “Empezamos a pedir donaciones y la verdad que la primera dotación de libros de la biblioteca fue producto de esas solicitudes. Así se fue armando. Después fuimos creciendo como institución, como organización, hasta que en 2018 nos formalizamos, con personería jurídica y todo lo que eso implica, y que nos habilitó a entrar en la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) que tiene una serie de beneficios para todas las bibliotecas: subsidios y programas”.
La incorporación a ese organismo nacional les cambió la perspectiva. Es que antes se esforzaban para juntar dinero mediante la elaboración de pastelitos o vendiendo ropa y rifas. “A partir de ese momento fue otra situación porque empezamos a tener más fondos y a generar cosas afuera de la biblioteca, es decir, actividades externas como talleres, cursos de oficios. Tal es así que cerámica empezó siendo un taller y hoy es un emprendimiento importante”, celebraron.
En realidad, lo empezaron a plantear así: “Queremos hacer una biblioteca, pero muchas veces, por más que quieras hacerla, si no encontrás un eco, si no encontrás una tierra fértil, se acota el panorama. Entonces lo bueno es que nosotros nos introducimos en el pueblo y nos sentimos uno más. Ahí empezaron las relaciones”, expresaron.
Después de más de diez años de haber puesto en marcha el proyecto, creen que “lo importante fue que nosotros salimos de la biblioteca a hacer tareas, a ofrecer cursos. Cada vez que hay una actividad se colocan carteles con la información necesaria en los negocios, en la comisaría, en el CAPS, por todos lados. Entonces es como que empezamos a circular hacia afuera de la biblioteca y eso nos empezó a dar una presencia y un reconocimiento. También se brinda apoyo escolar para los chicos de las escuelas, se hicieron talleres de guitarra, talleres de teatro, cursos de panadería”.
Aunque la sede ya les queda chiquita, el corazón con el que se recibe a los lectores es grande y las ganas de progresar, mayores aún. La biblioteca está emplazada sobre lo que era la antigua Casa de la Mujer del municipio. “Tenemos un comodato y empezamos pidiendo cosas. Se pueden ver repisas muy antiguas que nos donaron, otras que fueron fabricadas por la gente del pueblo, y así fuimos creciendo. Típico del todo a pulmón”, recalcaron.
En pandemia, sin parar
Traer las cajas, separar los libros, seleccionarlos, era una constante por un buen tiempo. Esas y otras cuestiones relacionadas a la actividad tuvieron que aprender las profesionales que provienen de las profesiones más diversas. “Imagínate de las disciplinas que venimos. Tuvimos que aprender la catalogación durante la pandemia. Nos pasamos encerradas horas y horas catalogando libros con la formalidad propia para hacerlo. Aprendimos con textos, CONABIP tiene tutoriales online, aprendimos y empezamos a practicar entre los miles de ejemplares que dan vida a las repisas, bordeando las paredes. Así, durante los días del aislamiento obligatorio, catalogamos todos los libros. Nos encerramos, hicimos talleres entre nosotros”, explicaron.
La primera contribución que recibieron consistió en libros escolares. “En mi caso doné un montón de ejemplares que eran utilizados en la Facultad, que no tienen mucha salida, pero la CONABIP tiene un programa muy bueno y es que nos financia el viaje a la Feria del Libro, una vez por año. De esa manera podemos traer libros nuevos y la biblioteca está actualizada”, dijo Arias. La otra cosa interesante es que tienen un Whatsapp de los socios lo que permite “utilizar una metodología interesante, promoviendo que cada uno que lee algo y le gusta, haga una breve síntesis y lo recomiende en el grupo para estimular la lectura en los otros y el gusto por esos libros”. En este tiempo, llegaron a los 150 socios, tanto de la localidad como de Candelaria, porque este es un pueblo de menos de mil habitantes.
La vecina Claudia Gómez de Olivera manifestó que “estamos orgullosas porque acá se gestó el taller de cerámica, que está funcionando y es una salida laboral para un grupo de mujeres. Hacen piezas de cerámica de todo tipo, de muy buena calidad y venden muchísimo. Van a las ferias y otros eventos, y a veces no les alcanzan los pedidos”.
Respecto a las pioneras de la biblioteca dijo que “cuando vi cómo se desenvolvían, pensaba ¿qué idea tendrán? porque acá en el pueblo tan chico, querían formar una biblioteca. Vinieron a revolucionar, era una novedad. Por suerte se formó un buen equipo de trabajo. Ellas son más administrativas, entienden más de documentos, y nosotras somos más de terreno, colaborando con los eventos, la comida, de organizar. Nos complementamos muy bien”.
María Ester Pereyra es una ama de casa que agradece los avances que hubo en la localidad. “Pensaba que esto no se iba a lograr, pero cumplieron con el objetivo y las felicito porque fueron el motor en todo, y estamos aquí para acompañarlas. Hace 44 años que vivo acá. Mis hijos crecieron acá, fueron a una escuelita rural, no teníamos secundario, no había nada de esto, pero son mis nietos los que van a disfrutar de los libros, de los eventos, por eso estoy contenta porque esto es un avance, es un logro para nosotros”.
En su salsa
Nilse Bogado se ocupa de la parte administrativa y de atención al público de la biblioteca. Oriunda de Candelaria y fascinada con su trabajo, admitió que “tenemos muchos lectores mayores y niños que vienen en sus ratos libres, a mirar algunos libros y a leer. La atención es lunes, miércoles y viernes, de las 8 a 17. Tenemos mucha demanda del público, está hermosa nuestra biblioteca y está avanzando súper bien”.
Si bien está trabajando desde los inicios, aseguró que “es algo nuevo para mí. Comenzamos con un solo estante porque teníamos muy pocos textos y después fue avanzando. Hoy tenemos 4755 libros, todos registrados y a disposición del público”.
Los escritos van llegando de a poquito, “gracias a las compras que se realizan en base al pedido de los lectores. Van sugiriendo entonces se trata de adquirir en las ferias de libros”, dijo quien es profesora de danzas folclóricas, y para ella “esto es un hábito nuevo al que amo”.
A la joven le “encanta poder ayudar, sugerir y tener al público contento con lecturas nuevas y estar a disposición. Se quedan a leer en la mesa grande, o se ponen cómodos en cualquier otro espacio. Los chicos, sobre todo, aprovechan muy bien la biblioteca”.
Compartir un espacio común
De la Lastra nació en La Plata, se recibió a los 23 años, vino a Misiones, aquí se quedó y echó raíces. “Mis hijos son misioneros y amo a esta provincia. Cumplí toda mi trayectoria de médica profesional en Posadas. Cuando dijimos, vamos a empezar a sacar el pie del acelerador, porque el médico tiene como una vida muy activa, nos encontramos con las chicas con las que somos amigas –la antropóloga Arias también es de La Plata- y dijimos vamos a buscar un lugar para vivir todas juntos, las familias y poder hacer las cosas que nos gustan”.
Para denominar a la biblioteca, se hizo un concurso y votaron por diferentes nombres. El jurado, integrado por un referente del CAPS, de la policía, los docentes, la intendente Silvia Estigarribia, determinó que el ganador fuera El Urunday, que es el árbol tradicional de la zona.
Arias contó que los referentes de un centro turístico de la zona se instalaron aquí hace unos 30 años, compraron varias hectáreas de tierra y luego empezaron con el loteo. “Conocimos a Ramiro y a Jorge y originalmente con mi esposo compramos un terreno. Más adelante, empezamos a pensar en juntarnos con otros matrimonios y adquirir un predio más grande. Así empezó. Cada uno construyó su vivienda, nos instalamos y vivimos cerca. Es todo un aprendizaje de vida, que hoy llaman cohousing”, confió al responder porqué eligieron Profundidad.
Acotó que “ahora tenemos mejor señal, tuvimos un tiempo sin ella y era mortal. Cuando la tuvimos, nos cambió la vida. Había ocasiones en que nos subíamos a un árbol para poder comunicarnos”.
Según de la Lastra, ya se acostumbraron y están como “muy incorporadas al pueblo. Creo que el pueblo nos adoptó. Todas veníamos de prácticas profesionales de trabajar mucho en comunidad y podíamos quedarnos en el barrio, encerradas, pero nos propusimos salir, relacionarnos mucho con la comunidad, incorporarnos, conocer. De lo contrario es muy difícil, es horrible”.
Indicó que “estamos acá hace más de diez años, de muchas experiencias y de aprendizajes grupales. Nos pasó de todo. Estás cambiando de vida. Entonces fue todo un aprendizaje, pero estamos contentas, acá vivimos y acá nos quedamos”.
“Todos los libros que recibimos sirven para alguien. Los vecinos vienen. Las mujeres pasan a buscar novelas, eso empezó a moverse mucho a partir de este año, se empezó a mover mucho por los chicos que circulan por cosas de la escuela. Vienen chicos chiquitos a mirar, ojean los libros, preguntan. Nuestra bibliotecaria es idónea, pero tiene buena muy buena relación con los chicos, la buscan, le gusta conversar, hace muchas actividades”.
Letizia Hossly recordó que vino a vivir a Profundidad junto a su esposo y que fueron “los primeros en radicarnos aquí. Viajábamos diariamente a Posadas para cumplir con nuestras obligaciones laborales cuando yo aún estaba en el Ministerio de Educación como directora de nutrición escolar”.
Dijo que se fueron incorporando a la vida del pueblo y que la experiencia “fue maravillosa. Construimos acá nuestro mundo entre todos. Hubo muchas dificultades porque allá por 2013 no había internet, tampoco línea telefónica. Teníamos que salir al camino para buscar señal y establecer alguna comunicación”.
Añadió que “nuestros hijos se fueron sumando y se entusiasmaron con el proyecto colectivo de este grupo de amigos que decidieron construir un espacio donde envejecer juntos. Fue y sigue siendo una experiencia muy satisfactoria, y desde que estamos trabajando en la biblioteca es un proyecto que nos trasciende y mediante el cual podemos aportar un granito de arena a la comunidad que nos recibió”.
Manos que hacen magia con arcilla
Susana Rodríguez, del colectivo “Entre mujeres y el barro”, expone los elementos que elabora a base de arcilla, junto a Edy, Lorena, Rocío y Hugo. Su aprendizaje se potenció en los talleres de cerámica que se dictaron en la biblioteca hace unos cinco años. “Ahora trabajamos de manera independiente, por cuenta propia. Hacemos de todo. Utensilios, mates, cuencos, platos, piezas escultóricas representativas de la zona, tratando de rescatar algunas técnicas guaraníes. Y después cada una le da su impronta”, explicó.
Indicó que, por el momento, “estamos trabajando con una arcilla comercial. Todavía no le sacamos el punto a la arcilla local. Conseguimos una de un barranco del arroyo Garupá, que es bastante maleable pero que no se suele encontrar con facilidad. Se mandó a analizar la muestra a Buenos Aires y el resultado fue 100% recomendable para la elaboración de piezas, ollas, 100% natural, sin agregado químico. Podemos sacar una materia prima a cero costo, más que el trabajo de procesar la tierra. Más adelante esperamos poder lograrlo. Todavía falta ultimar algunas cuestiones”, dijo la joven, que se vinculó a la actividad hace dos años, a diferencia de sus compañeros que arrancaron hace cinco.
Se mostró contenta con las ventas. “Gracias a Dios se está vendiendo, aunque todavía no podemos vivir de esto, que es lo que quisiéramos. Vamos a diferentes ferias y eventos, de acuerdo a la disponibilidad de tiempo porque no estamos al 100% dedicadas a esta actividad. También comercializamos a través de las redes sociales. Nos estamos consolidando y esperamos que pueda ser una salida laboral y podamos trabajar plenamente en esto”.