Ernestito dio sus primeros pasos en Misiones. En Caraguatay para ser precisos. El primer contacto con el mundo fue la selva misionera. Vivió allí sólo tres años, los primeros de su vida, pero suficientes para que el espíritu de la tierra colorada lo acompañara siempre.
Y un símbolo de esta tierra es el mate, aquel que Ernestito tomaba en sus pequeñas manitos y después toda la vida.
Su apodo, “Che”, impuesto en Cuba por ser argentino, también tiene en la voz guaraní un significado que habla de un predestinado: significa “hombre”.
Su historia es apasionante, tanto por la figura emblemática de hombre revolucionario, como por la historia de vida que arranca aquí, en Misiones. Si bien ya fue contada aún quedan detalles, anécdotas que bien vale conocer. Y para ello nada mejor que visitar el hogar misionero del Che Guevara, ahora museo provincial, de poco más de 22 hectáreas, a orillas del río Paraná y entre manchones de la selva misionera, inexpugnable, misteriosa, cautivante.
De la casa original construida por los padres del Che sólo queda un montículo de ladrillos y, más aún, está en discusión si ésa fue la ubicación exacta. Pero de aquella época permanecen obras de los padres del Che que sorprenden y una vegetación implantada que habla a las claras de que allí vivió un matrimonio culto, refinado.
Uno se pregunta que sintió Celia de la Serna, tan jovencita, con Ernestito gestándose en sus entrañas, cuando su marido Ernesto Guevara Lynch le mostró el lugar elegido para vivir.
Ella procedía de una familia adinerada, era audaz y temperamental para desafiar las reglas familiares y un espíritu de aventura la impulsó a dejar la comodidad porteña. El había abandonado sus estudios de arquitectura y luego de perder dinero en proyectos que fracasaron, se había contagiado de la fiebre yerbatera.
Corría el año 1926. Llegaron a Caraguatay luego de navegar dos días por el río Paraná, desde el viejo puerto comercial de Posadas a bordo del Iberá, un vapor victoriano con rueda de paletas que había sido usado para transportar funcionarios coloniales británicos por el río Nilo.
No había rutas ni camino, sólo picadas en la selva que se cerraban por la exuberante vegetación que se imponía. La vivienda que construyeron sobre pilotes era de madera, pero tenía -y aún se puede apreciar- una vista imponente al río Paraná. Allá, abajo, corren las aguas con una fuerza impresionante, el río es más ancho y caudaloso y un poco más lejos se puede apreciar la isla Caraguatay, cubierta de tupida selva.
Desde la casa el matrimonio Guevara veía pasar las jangadas, con cientos de enormes troncos que viajaban río abajo, cuando el Paraná era el único medio de comunicación. Río arriba, en tanto, llegaban embarcaciones con inmigrantes, que venían en busca de un futuro más promisorio. El caserío más cercano era Montecarlo, un asentamiento de colonos de origen suizo alemán.
Los Guevara Lynch fueron comunicativos y existen fotos del Ernesto padre montando a caballo, con Ernestito en la parte delantera de la montura, cuando se inauguró la escuelita cercana a la casa.
Quedan de aquella época una gran variedad de árboles implantados en torno a la casa y una obra que llama la atención y en la que, seguramente, el padre del Che fue impulsor: un paredón de piedra, construido sobre la base de una gran plancha basáltica, retiene el agua del arroyo Salamanca que pasa cerca de la casa. Se notan, además, restos de instalaciones que muestran que existió una cañería de un sistema que alimentaba de agua potable a la vivienda.
Celia vivió su embarazo rodeada de la Naturaleza virgen, en proximidad de animales salvajes y alimañas, pero también gigantescas mariposas azules que surcaban el jardín, donde estallaban las flores por doquier, con el sonido suave, pero dominante del Paraná.
Llegó la hora del parto y el matrimonio entendió que no había medios seguros allí, en medio de la selva, y decidió trasladarse a Buenos Aires.
Pero el destino jugó su propio azar y Ernestito nació en la ciudad de Rosario. Con el bebé en brazos fueron a Buenos Aires a presentarlo a la familia pero, en menos de tres meses, los tres regresaron a la selva misionera.
En Caraguatay Ernestito dio sus primeros pasos. La preocupación de sus padres era que no lo picaran los mbariguí, ni otros insectos. Ernestito era bañado en el arroyo próximo y también lo dejaban jugar en los alrededores de la casa. Sus primeras impresiones de vida fueron los árboles, la lluvia, el sol abrasador del verano, un cielo azul profundo, las noches estrelladas, la conmovedora inmensidad de la selva misionera, bañada por el Paraná.
El matrimonio, con Ernestito, se fue de Misiones al comenzar la década del ’30. Su madre ya estaba embarazada de Celita y otros cielos los esperaban. El gurí, el “Che”, se llevó algo más que la selva misionera.
Papá y el recuerdo del mate
“Recuerdo algo -dice el padre del Che- que nos hacía reír mucho. A nosotros nos gustaba el mate y la cocina quedaba a unos veinte metros. Cuando Ernestito comenzó a caminar, iba y venía trayendo el mate. Entre la cocina y la casa, una pequeña zanjita ocultaba un caño. Allí siempre tropezaba el chico y caía con el mate entre sus manitas. Se levantaba enojado e insistía, empecinado, viajando con el mate hasta que un día… aprendió a saltar la zanja”.
El mate lo acompañó toda la vida
El periodista Rodolfo Walsh dedicó un escrito muy sentido al Che Guevara, en octubre de 1967, tras su muerte, en el que alude, en dos oportunidades, a la costumbre de tomar mate en la redacción de Prensa Latina, la agencia de noticias que se fundó tras la revolución cubana, con sede en La Habana. En su homenaje al Che dice que “sus escritos hablaban con su voz, y su voz era la misma en el papel o entre dos mates en aquella oficina del Retiro Médico” (la oficina de Prensa Latina).
“Veo a Masetti (el periodista argentino que se unió a la Revolución cubana) en las madrugadas de Prensa Latina, cuando ya se tomaba mate y se escuchaba unos tangos”, dice en otro párrafo Rodolfo Walsh. El escrito habla a las claras que el Che llevó el mate a Cuba y lo popularizó en la isla.
El Caraguatá, la planta que dio nombre al lugar
Caraguatay es una palabra de origen guaraní que significa agua dulce de ananá silvestre. Los guaraníes denominan caraguatá a una planta de la familia de las bromelias, que en el centro tiene una flor de color rojo fuerte, bellísima. Su fruto se torna anaranjado hasta llegar al amarillo, (semejante a un ananá). Es de cáscara semidura y pulpa de dulce sabor. Con él se elaboran excelentes licores y jarabes caseros. Colonia Caraguatay debe su nombre a esa planta.
El impacto de Misiones
En su libro “Mi hijo el Che”, Ernesto Guevara Lynch cuenta el impacto que sintió al conocer Caraguatay: “Era un lugar emocionante, plagado de bestias feroces, trabajo peligroso, robos y asesinatos, ciclones en la selva, lluvias interminables y enfermedades tropicales. Allá, en la misteriosa Misiones, todo atrae y atrapa. Atrae como todo lo que es peligroso y atrapa como todo lo que es pasión. Allá nada es conocido, ni su suelo, ni su clima ni vegetación, ni su selva llena de animales salvajes ni menos aún sus habitantes…Desde el momento que uno pisaba sus orillas, uno sentía que la vida dependía del machete o el revólver…”.
Celia amaba Misiones
“Celia tenía recuerdos preciosos de Misiones, de los pájaros, de los árboles, de la ribera del río Paraná”, recuerda Julia Constenla, la periodista y escritora que cultivó una larga amistad con la madre del Che Guevara, lo que le permitió desentrañar el mundo íntimo, sentimental y hogareño de la familia Guevara Lynch, como así también facetas desconocidas del líder de la Revolución cubana.
Julia Constenla, más conocida en el ambiente literario porteño como “Chiquita”, publicó en 2006 un libro titulado “Celia, la madre del Che” (Editorial Sudamericana), en el que vuelca aspectos entrañables de esa relación, que empezó en la primer entrevista con la madre del Che y derivó en una amistad que siguió hasta la muerte de Celia, el 18 de mayo de 1965.
“Chiquita” cuenta que Celia “amaba la visión de Misiones que había tenido Horacio Quiroga. Se refería mucho a Misiones vinculándola con Quiroga. Ella era una gran lectora y, por lo tanto, se hacía fantasías extraordinarias. Hablé mucho con Celia sobre Misiones y ella amaba ese lugar”, dice.
Recuerda que el viaje de los Guevara Lynch a Misiones fue un poco forzado porque Celia estaba embarazada de Ernestito, antes de haber contraído matrimonio y en aquella época las familias tradicionales no aceptaban esta situación. Celia y Ernesto apuraron el casamiento, que se realizó en una ceremonia privada, el 10 de diciembre de 1927, y de allí se fueron a la selva misionera.
“Atrás quedaron las penitencias, la mojigatería y el círculo cerrado de parientes que quería impedir nuestro matrimonio”, escribió el padre del Che en sus memorias publicadas años más tarde.
Chiquita, en la charla con EDICIÓN, no tiene una imagen tan grata de Ernesto padre: “El viejo (del Che) era un tipo de entusiasmos fáciles y de trabajo escaso. Estaba muy entusiasmado con Misiones, con su idea de hacer justicia con los mensú, pero no sabía trabajar la tierra. Celia tenía en cambio tenía la fascinación de la selva. Tendría 22 o 23 años cuando llegaron a Caraguatay. Ella se fue muy joven y embarazada en sus primeros meses. Pasó todo el embarazo allí; fue un embarazo tranquilo. La casa en la que vivieron estaba semi construida, esto quiere decir que la casa se iba construyendo mientras ellos vivían en ella”.
Chiquita memora que Celia le contaba que la vista que tenía la casa al río Paraná “era impresionante”. Ella se sentaba en la galería y el Che bajaba los escalones para jugar. La construcción era precaria, pero muy linda.
Del nacimiento del Che en Rosario, Celia reveló a Chiquita el secreto mejor guardado de la familia Guevara: el Che nació el 14 de mayo de 1928 y no el 14 de junio como figura en su partida de nacimiento. “Fue anotado un mes después para ser presentado como sietemesino, porque Celia se casó embarazada, pero siempre quiso ocultárselo a su familia”.
Pasados tres o cuatro meses volvieron a Misiones, con la gallega Carmen Arias, una mujer que crio a todos los Guevara (y que al Che le puso el sobrenombre de “Teté”).
“Se quedaron allá hasta que ella estaba por dar a luz a su segunda hija, Celita y ya no regresaron más”, dice Chiquita.
De la estancia en Caraguatay Chiquita recuerda que los Guevara tenían una lancha con la cual recorrían con asiduidad el Paraná. “El padre del Che era muy osado y llegó a llevar a Celia y Ernestito hasta casi las Cataratas”.
Celia a su vez “era una mujer intrépida que nadaba -literalmente- contra la corriente. Nadaba bien, pero estuvo a punto de ahogarse en el río Paraná por ser demasiado osada. ‘Llego hasta donde puedo, pero que sea lo más lejos posible’” es una frase que define a Celia de la Serna.
Chiquita también da por tierra el mito de que Ernestito se enfermó de asma en Misiones. “Él tuvo un problema bronquial en Rosario, apenas nacido, pero el asma se le atribuye a una zambullida, ya avanzado el mes de mayo, en un club de San Isidro, cuando hacía más de dos años que se habían ido de Caraguatay. En Misiones Ernestito no era un chico asmático. Durante el período en el que el Che estuvo en Misiones no tuvo asma”, aseguró sin dudar.
(Artículo escrito por la periodista Graciela Petcoff y publicado originalmente el 25 de febrero de 2007 en el suplemento dominical de PRIMERA EDICIÓN)