Hoy se cumplen 114 años del nacimiento de Santa Teresa de Calcuta, esa pequeña gran mujer que, a fuerza de ofrendar su vida al otro, a los más necesitados, se convirtió en una de las figuras más influyentes del siglo XX. En su honor, desde 1998, Argentina conmemora cada 26 de agosto el Día Nacional de la Solidaridad, para recordarnos la importancia de compartir y ayudarnos unos a otros para el desarrollo de una sociedad más justa y humana.
Aunque en el mundo corren malos tiempos para la solidaridad -al menos desde lo ideológico-, es oportuno aprender del ejemplo de Teresa de Calcuta para inspirarnos como comunidad en estos tiempos difíciles que estamos atravesando.
La solidaridad recuerda la interdependencia que tenemos como seres humanos y la importancia de estar atentos a la necesidad de los que nos rodean y actuar en consecuencia.
Quede claro que no se trata de una acción aislada frente a una carencia puntual del otro, sino de un estilo de vida que la persona asume frente a las realidades cotidianas. Radica especialmente en un sentido de construcción colectiva, de compartir esfuerzos sin que prevalezcan los intereses individuales ni la indiferencia que nos aleja de los demás bajo el argumento de nuestras propias dificultades.
Más allá del uso político que se le haya podido dar a la solidaridad en algunos momentos, lugares y desde algunos sectores, conviene desprenderse de esas malas interpretaciones del concepto y, de forma individual pero con visión colectiva, dar lo mejor de nosotros en beneficio de nuestra comunidad.
El ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta puede resultar abrumador y hasta paralizante. Pero, especialmente cuando corren tiempos difíciles, nos recuerda que debemos buscar la forma de salir adelante entre todos. Y como también se suele decir -y casi todos lo sentimos cada vez que realizamos un gesto solidario- “gana más el que da que el que recibe”.