Reunir las pruebas necesarias para inculpar a alguien como responsable de un crimen, es decir, probar ciertamente la responsabilidad, es la tarea que tiene la Justicia cada vez que se investiga un delito. Este es el caso del homicidio de Antonio Adir Sorensen (57), donde con pericias de ADN complementarias buscan despejar que no hubiera habido otras personas en la escena del hecho.
La fiscalía ante el Juzgado de Instrucción 3 de Puerto Iguazú, solicitó que se realizaran pruebas para determinar si los cabellos que fueron encontrados en una gorra secuestrada en la vivienda de Paraje La Selva, en las afueras de Andresito, corresponden ya sea a la víctima o a algunos de los hermanos brasileños imputados en la causa.
El expediente ya había sido remitido desde el juzgado para que opinara por la elevación, pero esta solicitud extendió el plazo de la investigación, que a su vez sumó otro contratiempo.
Esto fue la protesta policial a mediados de mayo pasado, que atrasó las labores. En ese lapso habían solicitado también pericias de ADN a las manchas de sangre sobre machetes, unas botas y un pantalón de jean.
El juez interviniente aguarda que esas pericias se completen y si las mismas no arrojan resultados distintos a rastros de la víctima o de los acusados, finalmente la fiscalía que además ya cuenta con un nuevo titular (luego de haber quedado acéfala y haber tenido que recurrir a la subrogancia de las de Eldorado), pronto podría solicitar la elevación a juicio oral.
Sorensen era un agricultor que trabajaba como empleado en una chacra. El hombre compartía tareas con otros peones y el 25 de marzo del 2023 fue encontrado sin vida en la vivienda que ocupaba.
Tenía machetazos en el cuello, la cabeza y un brazo (señal defensiva). Quienes lo mataron, que se presume hasta ahora fueron los brasileños de 59 y 51 años, lo dejaron en el lugar y horas después de muerto los chanchos se acercaron y comieron parte del rostro de la víctima, entre otras partes.
La investigación de la comisaría de Andresito en base a testimonios que recolectaron, dieron cuenta que ambos sospechosos fueron vistos reunidos con la víctima el día anterior. Los vieron que compartían bebidas, precisamente una botella de caña que fue secuestrada como elemento de prueba.
También, supieron que Sorensen era el único al que el patrón le había pagado la quincena. De esa manera la hipótesis que manejaron era que lo mataron para quedarse con ese dinero.
Precisamente, cuando la policía fue a la casa que compartían los hermanos, les hallaron 40 mil pesos que no supieron justificar de forma creíble de dónde lo habían obtenido.
Cuando fueron llevados a indagatoria ante el juez Martín Brites se negaron a declarar. Fueron imputados por el delito de “homicidio criminis causa”. Se cree que le robaron a Sorensen y lo mataron para ocultar el delito, para que no los denunciara.