Sobre la ruta provincial 2, entre Concepción de la Sierra y San Javier, se encuentra emplazada un hermoso y sorprendente vestigio histórico: la reducción jesuítica de Santa María La Mayor.
Ideal para conocerla, visitarla y descubrirla durante todo el año, en especial ahora en estas próximas vacaciones de invierno, es una escapada ideal al corazón de la selva para redescubrir el legado jesuítico guaraní más allá de San Ignacio, Loreto, Corpus o Santa Ana.
En una sintonía única con el paisaje circundante, en cercanías del río Uruguay y a la vez alejada de la civilización, cuentan los libros de historia que primero esta Misión Jesuítica estuvo ubicada en otro punto de la región y luego más allá del 1635 los jesuitas Diego Boroa y Claudio Ruyer se establecieron definitivamente sobre una colina, a la vera del arroyo de Santa María.
Época de esplendor
Ya para 1690, la población de Santa María La Mayor era de 5.500 guaraníes. En la época de la expulsión de los jesuitas, sus campos contaban con gran número de cabezas de ganado vacuno, ovino y equino; y plantaciones de frutas, verduras y hortalizas de distinto tipo y tamaño.
Incendio y posterior decadencia
Como otras misiones, fue destruida por fuerzas portuguesas en 1817. La reducción sigue el tradicional esquema urbano de las misiones, pero presenta algunas características diferenciales: en primer lugar, se trataba de un núcleo pequeño; la particular secuencia de plaza y plazoleta, la iglesia, más pequeña que otras y con singular trabajo en sus artesonados y columnas bien torneadas.
En 1735, un incendio destruyó la iglesia. Sólo se salvó la imagen de la Inmaculada. Se construyó un templo provisorio en el segundo patio de la reducción. Los edificios principales estaban fabricados en piedra o en adobes sobre basamentos de piedra, y las casas de los indios, en adobes. Se conservan importantes vestigios de las construcciones urbanas, así como de obras complementarias de canalización y riego en los alrededores.
Como dato a resaltar Santa María La Mayor integra la Lista del Patrimonio Mundial desde 1984, lo que realza aún más su construcción, vestigios y conservación actual.
Muy cerca de Posadas
Este monumento Nacional y Mundial está a solo 120 kilómetros de Posadas y se accede a través de ruta provincial 2. Al llegar uno se encuentra con un destacado Centro de Visitantes, Museo, minibar, sanitarios, taller y depósito para material arqueológico y una sala que reproduce a escala la primera imprenta nacional, cuyas obras figuran entre las primeras publicadas en lo que hoy es territorio argentino.
Luego uno recorre unos 300 metros rodeado de añosos árboles y comienza a toparse con los restos de esta Misión Jesuítica. Así, aparece la plaza principal, luego unjo comienza a ver parte del colegio, la capilla y las casas de los aborígenes.
Una visita guiada de la mano de una “Gross-a”
Carolina Gross es la guía que posee estas Ruinas, quien con mucho entusiasmo, amor y cariño por este lugar contó: “Estamos sobre lo que hoy son las ruinas jesuíticas de Santa María La Mayor. Esta Misión primero se fundó en otro lado, dicen en cercanías de lo que hoy es Puerto Iguazú; y tenía otro nombre. En 1937 llegan hasta acá y adopta el nombre con la que la conocemos hasta hoy”.
A su llegada, añadió Carolina, “los jesuitas se encontraron con la piedra Itacurú, material similar con la que se construyeron las demás misiones jesuíticas que se encuentran en Misiones, y pusieron manos a la obra, utilizando el mismo patrón con la que se levantaron las demás misiones en esta parte de América. Eso sí tardaron unos 40 años en su construcción y luego comenzaron la vida tradicional de pueblo jesuítico-guaraní”.
Consultada sobre cuántos habitantes llegó a tener esta Misión, respondió que “en su época de esplendor llegó a tener más de 5 mil habitantes, pero su población permanente era de 3 mil habitantes. Santa María estaba a 25 kilómetros de la Misión Jesuítica de San Javier y a 18 de la de Concepción de la Sierra, por lo cual su superficie no era muy grande para la expansión de sus tierras y ganado”.
Luego de la expulsión de los Jesuítas, ¿cuánto tiempo pasó para que volviera a ser redescubierta Santa María la Mayor o lo que quedaba de ella?
A fines de 1800 una población espontánea encuentra las ruinas y dice ‘nos sirve’ y utiliza sus vestigios, techa parte de esta construcción y levanta una capilla; y como siempre otros llevan lo poco que quedaba en ellas, algo de piedra y madera, no más que eso.
Tras volverla a encontrar a fines del 1800, ¿en que momento toma cartas en el asunto el Estado para su protección y cuidado?
Tras su redescubrimiento pasó mucho tiempo y recién en 1970 se puso un cuidador en el lugar y se comenzó a desmalezar y limpiar un poco el lugar donde estaba emplazada esta Misión Jesuítica. El mismo cuidador si llegaban circunstanciales turistas contaba parte de la historia de estas ruinas y lo de que él sabía de ellas.
Ya desde 1980 se empieza a limpiar de forma exhaustiva, se restaura y se empieza a cuidar un poco más las ruinas e inclusive con la llegada del primer gobierno democrático se apuntalan algunas columnas, muros y empieza un proceso más serio de restauración y cuidado.
La primera imprenta del Río de la Plata
Por otra parte, le preguntamos a Carolina sobre una de las cualidades con la que contaba Santa María La Mayor que otras misiones jesuíticas de la región no poseían y era la imprenta.
“Santa María La Mayor contaba con la única imprenta de toda la región del Río de la Plata, en ese momento. Pero la misma era para uso interno, no para producción a gran escala, ni para la venta. Los sacerdotes construyeron una prensa de madera con hierros traídos de Europa y replicaron un modelo de imprenta que se usaba en aquella época para la impresión de libros de castellano, latín guaraní, principalmente con todo lo que tenga que ver con el catecismo, la iglesia, religión e historia y otras ciencias en menor medida”, contó.
Al mismo tiempo agregó que “Esta imprenta en primer termino estaba en Loreto, luego se traslado a San Ignacio y así fue rotando en las distintas Misiones Jesuíticas y su ultima sede donde quedó recibió arreglos y siguió imprimiendo y no se la volvió a mover más fue en Santa María; pero vale decir que ya no se imprimía a gran escala, porque la mayoría de las Misiones Jesuíticas ya tenían sus libros y bibliotecas bien cargadas y con suficiente material bibliográfico”.
El jesuíta y astrónomo Buenaventura Suárez descansaría en Santa María
También es de resaltar que en la Misión Jesuítica de Santa María La Mayor pasó sus últimos años y murió allí Buenaventura Súarez, sacerdote jesuíta y astrónomo español considerado por muchos como el primer astrónomo del hemisferio Sur, quien efectuó observaciones y mediciones de la bóveda celeste, estudios que trascendieron los límites de la cuenca del Plata y despertaron el interés de los científicos de Europa.
Buenaventura es muy conocido por su labor a principios del 1700, en las reducciones de San Cosme y Damián, actual territorio del Paraguay. En su nuevo destino, además de evangelizar y atender a la población guaraní, el padre Suárez construyó su propio telescopio y lo instaló en el Campanario de la iglesia de San Cosme, con elementos de los alrededores empleando cañas, madera, metales y cristales de roca, fáciles de encontrar en los yacimientos cercanos.
Pero, lo que pocos saben es que el padre Buenaventura también misionó en Apóstoles, Candelaria, Mártires y su último destino fue Santa María la Mayor, donde no dejó de estudiar los astros hasta sus últimos días.
“El último destino de Buenaventura Suárez fue Santa María la Mayor, este astrónomo y jesuíta español recaló en esta Misión la cual la dejaron a cargo. Cuentan que los restos de Buenaventura están enterrados en la capilla de esta Misión”, contó la guía Gross.
También añadió que “Se dice que en esta Misión y en uno de sus puntos más altos también Buenaventura siguió estudiando los astros, en compañía y asistencia de los guaraníes hasta sui muerte”.
Cuándo se puede visitar y cuánto cuesta
Las Ruinas Jesuíticas de Santa María La Mayor están abiertas de lunes a lunes de 7.30 a 18 horas. Los que además quieran recorrer con guía incluida (o sea, bajo la compañía y enseñanza de Carolina Gross) deberán hacerlo los viernes, sábados, domingos y lunes.
Los precios son los siguientes: para los misioneros la entrada está 1.000 pesos; mientras que los argentinos deben abonar $3.300 ($2.000 para estudiantes y jubilados) y los extranjeros 10.000 pesos.
Además, el ticket lo deben guardar ya que es válido por 15 días para recorrer las demás Ruinas Jesuíticas de la tierra colorada como San Ignacio, Loreto, Santa Ana o Corpus.
Por último, Closs invitó a todos a que “vengan a conocer estas Ruinas que son muy lindas, están a la vera de la ruta provincial 2, en medio de un paisaje típico de Misiones. Acá podrán pasar una jornada junto a la historia y a un entorno natural circundante para ver, disfrutar y sorprenderse; sacar la foto de las ruinas que seguramente les falta y darla a conocer, ya que San Ignacio, Santa Ana, Corpus o Loreto están entre las mas conocidas y visitadas”.
Por José Medina, Sebastián Cubilla y Miguel Colman (Enviados Especiales)