Seis meses es muy poco tiempo para resolver la herencia, es cierto. Son años de desarreglos y fracasos. Pero seis meses también es un tiempo prudencial para mostrar al menos algo que indique que se camina en el buen sentido. Y si, como afirma el Gobierno, lo peor del ajuste ya pasó, entonces seis meses ya bastarían para comenzar a ser una usina de mejores noticias.
Sin embargo, a días de cumplir esos seis meses, el Gobierno no tiene nada bueno para mostrar más que un dígito de inflación, el mismo dígito que dejó, por ejemplo, uno de los peores presidentes de la historia, Alberto Fernández.
Muchos kilómetros recorridos en distintas direcciones fuera de Argentina, muchas conferencias ante empresarios nacionales e internacionales, muchas fotos con pulgares arriba inundando las redes sociales (ese espacio en el que Javier Milei y sus funcionarios se mueven con enorme tranquilidad) no redundaron en beneficio alguno para los argentinos. Al contrario, al cabo de seis meses la inflación está ahí donde la dejaron los mismos que fracasaron donde Milei lo hace hoy, en los mismos dígitos.
Advierte y celebra el Presidente que la inflación viajaba a 17.000% anualizada (?) y que “el gran ‘Toto’ Caputo la frenó y dejó en 50%” y que por eso “es un héroe”.
Más allá de lo enigmático que resulta saber de dónde saca los datos el Presidente (alquileres que bajan, precios al nivel de diciembre, inflación de 17.000%, etc.), es inmensamente más difícil celebrar lo que él celebra.
El dato objetivo dice que la inflación bajó, es cierto. Contrastado, en cambio, el dato habla de un fracaso. No tiene lógica festejar que después de haber llevado la inflación al 25% la bajaron a 5,5%, un nivel altísimo para los bolsillos argentinos. No tiene congruencia promocionar un logro cuyo sacrificio fue mayor al resultado. Vale repetirlo, la inflación solo bajó por la licuación del consumo, los salarios y las jubilaciones. No es normal gritar que la inflación está hoy en un dígito cuando los que fracasaron antes la habían dejado en ese mismo dígito.
En seis meses tampoco hubo inversiones que ratifiquen la sintonía fina que el Gobierno y los empresarios aseguran compartir. Milei los interpeló semanas atrás en el foro de Llao Llao. “Muchachos, en algún momento van a tener que poner las pelotas, van a tener que invertir y se van a tener que jugar”… pero hasta ahora nada.
Otro aspecto ultrapreocupante de la realidad que el Gobierno omite es el estado de los motores de la economía nacional. Al cabo de seis meses la radiografía es elocuente y contrasta con las exhortaciones al optimismo de todas las mañanas en las conferencias de Manuel Adorni. Sobre la industria, las 16 actividades económicas que releva el INDEC muestran resultados negativos y algunos sufrieron bajas superiores al 30% en la medición ofrecida esta semana.
Sobre la actividad de la construcción las novedades son las mismas. Según el Instituto cayó 37,2% interanual, bajaron las ventas de todos los materiales, se contrajo la cantidad de mano de obra contratada y se redujo la superficie autorizada para nuevos permisos de construcción.
Más datos… el último Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) advierte que el primer trimestre del año la economía se contrajo 5,3%. Dicha retracción fue la quinta consecutiva, tras los malos resultados medidos en noviembre (-0,9%), diciembre (-4,5%), enero (-4,1%) y febrero (-3%). Marzo, abril, mayo u lo que va de junio gritan un escenario aún peor.
Todos los análisis serios van en el mismo sentido. “Tenés un contexto extraordinariamente recesivo donde las caídas de las ventas que se están viendo son muy agresivas. Hay sectores en los que las caídas son del 45%, 50% o 30%. En el caso del consumo masivo llegó al 12%”, señaló Marina Dal Poggetto, de EcoGo, por citar solamente uno.
El mapa político tras el primer semestre tampoco denota un contexto mejor… para los argentinos. Por ser, al fin y al cabo, la misma casta que juraron desterrar y que se aumenta los sueldos con decretos o sesiones polémicas, por impericia o bien por no saber acordar, aún no lograron más que fracasos legislativos. El país está hoy más fragmentado y polarizado. Los recambios y reinicios en el Gobierno son casi semanales y se miente todas las mañanas. El caso de los alimentos almacenados es quizás la prueba más fehaciente. Las omisiones del actual Gobierno recuerdan a las de Santiago Cafiero, cuando desmintió que en Olivos hubo una fiesta en pandemia.
Primero se trataba de “comedores truchos”, luego que era alimento a utilizarse en caso de catástrofes, finalmente la admisión de irregularidades internas. Apenas un funcionario despedido y aquí no pasó nada.
El economista Federico Poli resume muy bien los datos objetivos de la realidad que el Gobierno niega: “Había que hacer una corrección de precios relativos, sin dudas, pero no hay en la historia de salidas de regímenes populistas un ejemplo donde se haya hecho tan brutalmente. Hay salarios viejos con precios nuevos. Es insostenible. Eso profundizó la recesión. No solo quitaste gasto que te tiró abajo el nivel de actividad, sino que estos precios que liberaste te generaron que el ingreso de las familias para consumir en otras cosas sea menor. Se profundizó la recesión y su proyección, sin el agro, es de magnitudes históricas. Puede llegar a ser cercana al 6% y ubicarse como la sexta recesión más profunda de la historia contemporánea argentina”.
Pero como un mantra de los gobiernos que le antecedieron, el actual asegura que esta vez sí vale la pena empobrecerse y sacrificarse. “No los vamos a defraudar”, dijo esta semana el ministro de Economía, repitiendo el eslogan de uno de los mayores fracasos de la historia nacional.
Entre los relatos de gobiernos anteriores y el actual hay nada menos que 55% de pobreza con indigencia en 17%, creciendo a un promedio de un millón de pobres mensuales, de acuerdo a estadísticas privadas. Esos dígitos son los importantes, los que gritan una realidad distante del relato oficial. Individualmente, ambos extremos -y todo lo que existió en el medio- son culpables de un nuevo fracaso colectivo.