El Día Internacional del Trabajador encontrará a los argentinos envueltos en varias problemáticas que harán de la fecha, una jornada muy particular. Por un lado, el contexto económico del país, que repercute en la administración de los hogares, se ve duramente golpeado por la inflación y el menor poder adquisitivo de los salarios o ingresos propios (en caso de los monotributistas).
Como ya se ha dicho en reiteradas oportunidades en PRIMERA EDICIÓN, crece el número de trabajadores en la pobreza, producto de paritarias menores para “pelearle” a una suba en las góndolas que se multiplicó varias veces en lo que va de este año.
Muchos de esos trabajadores que no logran sostenerse por encima de la línea de la pobreza, buscan desesperados un segundo, tercer y hasta cuarto trabajo permanente para “oxigenar” las finanzas hogareñas. Pero hay pocas vacantes, de acuerdo al rubro económico que se trate.
Capítulo aparte merece el trabajador en “negro” o en la informalidad que lo excluye de muchos beneficios de los convenios laborales.
En ese camino va una segunda explicación del contexto: la reforma laboral que trata el Congreso a pedido del Ejecutivo nacional. Una pelea que se judicializó con el DNU de Javier Milei y ahora regresa a la arena política, con mayor aval de las bancadas opositoras y dialoguistas (que responden a los gobernadores no alineados con UxP o lo que fue JxC).
Aun con el cuadro pesimista, quien hoy cuenta con un empleo formal, de calidad, donde se respetan los derechos laborales, cuenta con una ventaja muy grande respecto al resto de quienes quieren trabajar y no pueden.