Con más de 269 mil contagios a lo largo y ancho de la Argentina y casi 200 muertes (197 hasta ayer), el brote de dengue de la temporada 2023-2024 constituye el más extenso y uno de las más mortíferos de la historia reciente del país.
La “explosión” de la enfermedad transmitida por el mosquito Aedes aegypti no sorprende ya a Misiones, que de forma intermitente se ve jaqueada por este mal endémico con una precisión casi olímpica: cada cuatro años se manifiesta de forma especialmente intensa y luego entra en una especie de “letargo” durante los tres siguientes, precisaba días atrás a la radio de PRIMERA EDICIÓN el médico, exgobernador y actual presidente de la Legislatura provincial, Oscar Herrera Ahuad.
Lo cierto es que el mosquito transmisor nunca se fue, sino que las condiciones ambientales de la tierra colorada lo invitan a quedarse. Así, las intensas lluvias registradas en los últimos días, combinadas con las temperaturas templadas características del otoño misionero, conllevan la probabilidad de que prolifere el Aedes no solo en nuestro entorno sino directamente en nuestras casas.
Por más que poco a poco -desgraciadamente- nos vayamos “acostumbrando a los embates del dengue (es una manera de hablar, porque en realidad quienes lo atravesaron conocen bien los graves efectos que deja), no es momento de resignarse sino de mantener la guardia bien alta.
Por ello no es gratuita la advertencia para que todos aportemos nuestro pequeño gran grano de arena y hagamos de nuestro espacio vital (hogares y lugares de trabajo) el entorno lo más incómodo posible para el mosquito: limpiando patios, eliminando aguas estancadas y volteando recipientes que pueden ser potenciales criaderos de Aedes aegypti.
Entre eso y el frecuente/continuo uso de repelentes, en nuestras manos está, una vez más, la llave del primer cerrojo para proteger nuestra propia salud: la prevención.