En nuestro diamantino centro corazón, yace un puente invisible que nos une a todos los seres, trascendiendo las barreras del tiempo y la distancia. Este corazón, fulgurante de amor y sabiduría, es un recordatorio constante de nuestra naturaleza espiritual, una chispa divina que nos conecta con el universo.
Al comunicarnos de corazón a corazón, descubrimos que las limitaciones físicas son simples ilusiones. En este sagrado intercambio no hay separación entre tú y yo, entre nosotros y el cosmos; solo existe una unidad envolvente, una presencia crística que reside en cada uno de nosotros, anclando el universo entero en nuestro ser.
Vivir desde el corazón es adoptar un lenguaje universal de amor y empatía. Es pensar, sentir, hablar y actuar movidos por la pureza y la fuerza de nuestro corazón de fuego y amor. Cada risa, cada lágrima, cada palabra y cada silencio se convierte en una sinfonía que resuena con las fibras del alma universal.
Quien se atreve a vivir así, impulsado por las alas gloriosas de su corazón, no solo alcanza sus propósitos, sino que también se eleva hacia una felicidad trascendental y un ascenso espiritual sin límites. El corazón, entonces, no es solo un órgano que bombea vida, sino un instrumento divino a través del cual se manifiesta el amor eterno, la esencia verdadera de nuestra existencia.
Nuestras acciones más nobles y justas son destellos de la luz que habita en nuestro corazón, donde mora el Cristo, la chispa divina. Desde este templo dorado, recibimos las directrices que llenan nuestro mundo de plenitud, gozo y amor incondicional.
En la unión de corazón a corazón, trascendemos espiritualmente nuestra existencia, ascendiendo por la escalera de la santidad y la unicidad suprema de toda la creación. En este estado de gracia, reconocemos que cada ser, cada elemento de la vida, es un reflejo de nuestra propia luz, un espejo de nuestra divinidad interior.
Así, vivimos no solo como seres humanos en un mundo físico, sino como seres espirituales en un universo sin fin, donde cada pensamiento, cada palabra y cada acción es una celebración del amor infinito que nos une.
En esta danza cósmica, encontramos nuestro verdadero propósito, nuestra alegría suprema y nuestro destino eterno… Bendiciones para tu vida.
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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