La euforia está dando paso a un sentimiento de cautela en el campo argentino. Si bien es cierto que, después de una dura sequía, esta nueva campaña está mostrando una fuerte recuperación en términos de volumen, también es verdad que las perspectivas de los precios en el mercado global no son tan buenas como se esperaba.
Las pantallas del mercado de Chicago vienen mostrando un descenso en las últimas semanas: la soja, el principal producto argentino de exportación, cotizaba a fin de año a US$ 494 la tonelada, pero actualmente se ubica en torno a US$ 450 y con tendencia a la baja para los próximos meses, según lo que marcan los contratos de futuros.
Son precios modestos si se los compara con el pico de US$ 521 por tonelada, que se registró a mediados de 2023.
Y el interrogante que se plantea en el mercado es obvio: ¿puede sostenerse la proyección optimista sobre un nivel exportador récord y un superávit comercial holgado cuando los precios empiezan a jugar en contra? Lo cierto es que en estos días los expertos del sector están revisando sus cálculos a la baja.
En las previsiones originales, se hablaba de un superávit que podría superar los US$ 15.000 millones. Incluso la encuesta REM que hace mensualmente el Banco Central revela una expectativa de que este año haya un promedio mensual de exportaciones de US$ 7.000 millones contra un nivel promedio de US$ 5.780 de importaciones.
Pero estas previsiones estaban fundadas en algunas premisas que ahora entraron en duda, sobre todo por la evolución de la producción en el mercado internacional. Así como el año pasado Sergio Massa se había equivocado al suponer que la caída en el volumen de exportación argentino se vería compensado por una suba en los precios, este año podría ocurrir alguna situación similar.
El “factor Brasil”
El “factor Brasil” es uno de los que más influyen en ese sentido. Se trata del mayor productor de la región, con un volumen de soja tres veces mayor y uno de maíz dos veces más grande que lo que se produce en Argentina. Fue así que el año pasado, con lluvias óptimas, la campaña agrícola brasileña tuvo un nivel récord, con lo cual el plus de producción compensó y hasta pasó la merma de la oferta argentina. En otras palabras, el mercado global no sufrió por la sequía argentina.
Para esta nueva campaña, los primeros reportes climáticos indicaban que podría ocurrir la situación inversa. Es decir, que por una escasez de lluvias Brasil recortaría su producción de forma tal que incidiría en una suba de las cotizaciones en el mercado global, y que eso terminaría beneficiando a Argentina. Sin embargo, los últimos reportes internacionales les han puesto paños fríos a esas previsiones. La Compañía Nacional de Abastecimiento de Brasil (CONAB), publicó proyecciones para la cosecha actual, y si bien hay un recorte en relación con las estimaciones iniciales, aun así sigue habiendo un leve crecimiento de 0,4% en comparación con la campaña anterior, para el caso de la soja, mientras que sí tendría una baja de 11% para el maíz respecto del récord del año pasado.
“Brasil entonces muestra proyecciones que no asustan por menor producción, sino, por el contrario, dan sensación de tranquilidad al mundo que ofrece precio por comprar granos”, observó Marianela de Emilio, técnica del Inta y docente de Agroeducación.
La conjunción de esa producción brasileña mayor a la esperada, más la buena campaña argentina y la que aporte Estados Unidos harán que, por segunda campaña consecutiva, la oferta mundial de soja superará el nivel de consumo.
En otras palabras, están las condiciones para un sendero bajista de los precios para los tres principales productos de exportación agrícola argentina, particularmente en el caso de la soja.
La “ventana” de oportunidad
En el arranque, se contabilizó una venta de 4,4 millones de toneladas, un ritmo exportador que ayudó al Banco Central a recomponer reservas, gracias a la comprar de divisas por casi US$ 4.000 millones en poco más de un mes. Pero, si se compara con las existencias previas en los silobolsas, todavía queda volumen por vender. Al momento de asumir el nuevo equipo económico, el campo retenía unas 22,6 millones de toneladas sin vender en los tres principales cultivos -4,5 millones de toneladas de soja, 12,2 millones de toneladas de trigo y 6 millones de maíz-. Es decir, lo vendido es un 20% del potencial, lo cual no es un mal número, pero sigue lejos del potencial total.
Si a la mercadería disponible se le suma la ya vendida pero sin precio -o sea, sin liquidar aún- el global que podría ingresar es de 28,5 millones de toneladas por los tres cultivos. Que, traducido a plata, serían unos US$ 8.400 millones.
Con un tipo de cambio alto, un volumen relativamente alto en su stock, con la previsión de una cosecha excelente en términos de volumen y, para colmo, con el apuro que suponen precios declinantes en el mercado internacional, podría suponerse que los productores deberían estar apurados por exportar ahora para maximizar ganancias.
Sin embargo, lo que vuelve a quedar en evidencia es que en el campo hay otros factores más importantes que las cotizaciones que muestran las pantallas de Chicago. Más específicamente, el factor fundamental se llama brecha cambiaria.
La explicación sencilla: para el productor, lo verdaderamente relevante es a qué tipo de cambio se podrá dolarizar nuevamente en el mercado paralelo una vez que el BCRA le dio pesos por sus dólares de exportación.
En los momentos en que la brecha cambiaria rondaba el 100%, eso llevaba a que, en el caso de la soja, ni siquiera se pudiera capturar un 30% del precio que se veía en las pantallas de Chicago. Los esquemas de incentivos del exministro Sergio Massa hacían que ese porcentaje subiera temporariamente a 50%.
Hasta fin de año, con una cotización de la soja Chicago a US$ 494, el “dólar Caputo” implicaba que un 80% del valor iba por el oficial de $806 y el otro 20% a los $900 del “contado con liqui”. La primera parte daba US$ 237 y la otra US$ 66, con lo que el productor terminaba recibiendo US$ 303, lo que significaba un 61% de la cotización de la soja en el mercado internacional.
Pero todo cambió en las últimas semanas, con un dólar paralelo que subió a la zona de $1.270 y una brecha que volvió a superar el 50%, y además la soja cayó a US$ 450 en el mercado global. Ahora la cuenta indica que el valor que surge del mercado es de US$ 155 -producto de haber vendido el 80% al cambio oficial de $818 y luego haber recomprado al valor del CCL-, a lo que se debe sumar el restante 20% a US$ 60.
En definitiva, lo que el productor sojero terminaría embolsando es US$ 215, lo que representa un 48% del precio internacional. En otras palabras, desde que Toto Caputo anunció la devaluación hasta hoy, el productor sojero vio caer la paridad desde el 61% hasta el 48% de la cotización en el mercado global.
Esto pone una nota de tensión para lo que resta del verano, dado el creciente desincentivo para desprenderse ahora de la mercadería. Y, más adelante, cuando llegue la cosecha gruesa, habrá que lidiar con un precio menor al que se esperaba. Son factores que llevan a poner paños fríos sobre la euforia con la que se habían recibido las lluvias.
Volumen y precios
Las últimas estimaciones de la Bolsa de Rosario indican que el volumen de la cosecha será de 15,1 millones de toneladas para el trigo, lo que implica una suba de 22% respecto de la crítica campaña del año pasado. Para la soja, la mejora es mucho mayor, con una proyección de 52 millones de toneladas -una suba anual de casi 150%- mientras que el maíz llegará a 59 millones, una mejora del 70%.
Y lo que apuntan los expertos es que, con buenos volúmenes y una perspectiva de precios en caída, llama la atención la relativa lentitud a la que se están liquidando las exportaciones.
Fuente: Agencias de Noticias y Medios Digitales