Este viernes se conmemora, como cada 17 de noviembre, el día de los Santos Mártires de las Misiones: San Roque González de Santa Cruz, San Juan del Castillo y San Alonso Rodríguez, también conocidos como Santos Mártires del Río de la Plata.
Es un buen momento para recordar la historia de estos tres ejemplos para la Iglesia católica, beatificados en 1931 y canonizados por el Papa Juan Pablo II en su visita a Asunción (Paraguay) en mayo de 1988:
San Roque González de Santa Cruz
Es el primer Santo paraguayo e inspiración para toda la humanidad. Nació en Asunción en 1576 y desde joven demostró una gran piedad, ya que a los catorce años dirigió una procesión por el bosque en honor a la Eucaristía.
Fue ordenado sacerdote a los 22 años y poco después nombrado párroco de la catedral de Asunción. El 9 de mayo de 1609 entró en la Compañía de Jesús y dos años más tarde fue nombrado superior de la primera reducción de Paraguay, San Ignacio Guazú.
El 22 de marzo de 1615 fundó una reducción en Itapúa (en lo que hoy es Posadas) que pronto se trasladó a la otra orilla del río, a Encarnación, ciudad a la que se lo reconoce como fundador. Otras Reducciones creadas por San Roque González son Concepción, Corpus, San Nicolás y Candelaria.
Su visión sobre las Reducciones se conserva en una carta a su hermano Francisco: “Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran”.
Gran amante de la Virgen María, con ella conquistaba corazones para Cristo. Por eso la llamaba “conquistadora”. Se cuenta que muchas veces, con sólo levantar un cuadro con su imagen, los indios admiraban la belleza de María y sin pronunciar palabra se convertían.
El 15 de noviembre de 1628, cuando celebraba una misa cerca de Caaró (Brasil), donde se planeaba una nueva reducción, fue asesinado por un cacique llamado Nezú. Los asaltantes quemaron su cuerpo, pero milagrosamente quedó intacto el corazón, que -para gran asombro de los asesinos- les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándolos al arrepentimiento.
Este corazón se mantuvo incorrupto y cinco años mas tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un hacha de piedra. Ambas reliquias fueron trasladadas a Paraguay en 1960,
tras un breve paso por Argentina.
San Juan del Castillo
Nació en Belmonte (Cuenca, España), en el seno de una familia noble que ofreció a sus diez hijos no sólo las riquezas y blasones de su casa, sino el espíritu cristiano.
Juan inició sus estudios de humanidades en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en su ciudad natal y después fue enviado a la Universidad de Alcalá (Madrid) a estudiar leyes, artes y teología, pero al terminar el primer curso se despidió de sus compañeros, anunciándoles que quería ser misionero.
Pasó por Buenos Aires y Concepción (Chile) antes de llegar a Córdoba, donde aprendió el guaraní para poder evangelizar entre los indios. El 16 de diciembre de 1625 fue ordenado sacerdote y dos años después ya se dedicaba a la conversión en las reducciones del Paraguay y del Uruguay.
En 1628 fue destinado a Asunción y fundó junto al río Yjuhí una nueva reducción, que después sería el escenario de su martirio: el 17 de noviembre de 1628, mientras rezaba vísperas en la puerta de la capilla, lo derribaron a traición, lo golpearon, lo arrastraron por el bosque tres cuartos de legua, le clavaron flechas y lo apedrearon, mientras él sólo respondía “sea por amor de Dios”.
Los mismos indios ya bautizados recogieron los despojos del mártir y los llevaron como reliquias.
San Alonso Rodríguez
Nació en Zamora (España) el 10 de marzo de 1598. Hizo sus estudios primarios en su ciudad natal y en 1614 ingresó a la Compañía de Jesús.
Durante la visita de un Procurador de la Provincia del Paraguay que reclutaba voluntarios para la misión entre los guaraníes, Alonso se presentó como candidato y fue aceptado. Se embarcó rumbo a América junto con otros 37 compañeros, entre quienes estaba Juan del Castillo, y tras un viaje lleno de peligros llegó a Buenos Aires a comienzos de 1617.
Su primer ministerio sacerdotal fue entre los guaicurúes del Pilcomayo y después fue destinado a la reducción de Itapúa del Paraná. Cuando Roque González, Superior de las Misiones, visitó esa reducción, Alonso le manifestó su deseo de ser enviado a una misión más riesgosa, por lo que el Padre Roque lo llevó consigo a la región oriental del Uruguay, donde ambos fueron martirizados en la zona del Caaró.