Este domingo celebramos el Día de la Madre en nuestro país, en medio de una realidad económica y social muy difícil. Sin embargo es un motivo para agradecer a Dios por el don de la maternidad y honrar a todas las madres que dijeron “SÍ” a la vida.
En estos tiempos de crisis, la generosidad y el amor de cada madre en nuestro hogar son un ejemplo para nuestra sociedad. Su entrega y dedicación para nutrir y criar a sus hijos es un ejemplo de amor incondicional que debería servir para replicar en todos los ámbitos de nuestra querida nación. En este tiempo preelectoral, es bueno reflexionar sobre la función paternal y maternal que deben ejercer nuestras autoridades en pos de la gran familia que es nuestra patria.
En este día especial, recordamos a todas las madres valientes que luchan por sostener la vida de sus hijos en diferentes partes del mundo, afectadas por conflictos bélicos y actos de violencia.
Honramos la fortaleza de estas madres en lugares donde la maternidad está en peligro y es vulnerada. En cientos de familias, las madres llevan adelante un embarazo en medio de la pobreza y la marginación, sufren violencia y maltrato, y muchas veces se enfrentan solas a la vida, junto a sus hijos.
Celebrar el Día de la Madre, es una invitación a honrar la vida. Cada madre representa el regalo de la vida, que celebramos en cada nacimiento. La llegada de cada ser es una experiencia única, llena de ilusiones y esperanzas, que nos abre a un Dios de la vida. El generoso “sí” de cada madre es un regalo para celebrar y agradecer a Dios por esta bendición. La maternidad, ya sea física o espiritual, es un rasgo característico de la mujer. Es la entrega total de una persona para dar vida, asumiendo la vocación de ser madre en todos los aspectos: físicos, emocionales y espirituales.
Ser madre nos abre a un mundo de generosidad y amor, donde nos entregamos por completo para cuidar y sostener una nueva vida. Las madres asumen el dolor, los sufrimientos y los sacrificios para seguir dando vida en todo momento. Su entrega es fecunda y total, llena de paciencia y amor incondicional. Son un ejemplo de trabajo incansable y cercanía, representando fortaleza en nuestros momentos de caída y desaliento. Son un impulso en nuestros momentos de cansancio.
Pero, sobre todo, se destacan por su capacidad de alegrarse no por lo que sienten y viven, sino por los éxitos de sus hijos. Viven desprendidas de sí mismas para centrarse en el amor hacia los demás.
Al celebrar el don de la maternidad, es importante recordar y agradecer a Dios por todas aquellas personas que, junto a nuestras madres, cumplen esta misión de amor y generosidad: las madres adoptivas, tías, abuelas, hermanas mayores, madrinas, familiares, amistades, empleadas, maestras y religiosas, que tantas veces han ocupado ese lugar en nuestras vidas sin ser nuestras madres biológicas. A todas ellas, las honramos con cariño y reconocimiento en este día especial. Que la celebración del Día de la Madre sea una nueva oportunidad para realzar el don de la maternidad. Para quienes tienen a su madre en el cielo, pedimos que siga intercediendo por cada uno de sus hijos. Para aquellos que aún pueden disfrutar de su amor incondicional, les instamos a valorarlas. Y que la Virgen María, ejemplo de madre generosa, nos acompañe en este día.
A todas las madres que han dicho sí a la vida de tantos hijos, les deseamos felicidades y bendiciones en esta misión tan importante. Que su amor y entrega sean recompensados con la alegría de ver crecer a sus hijos en el amor y la felicidad. Que Dios las bendiga siempre y les conceda la fortaleza y sabiduría para seguir adelante en esta noble misión. Que María, Madre Celestial, bendiga a todas las madres en su día.