Mucho se habla de vocación y pasión cuando se trata de determinados oficios o profesiones. La docencia, justamente, es una de ellas. Tan indispensable y necesaria es la labor de los maestros, y actualmente no se equipara al reconocimiento salarial y social que merecen.
De todos modos, es destacable sostener en el tiempo un desempeño con tanto cariño y compromiso a pesar de los obstáculos. Es el caso de Edy González, quien es docente en la Escuela Rural 898 ubicada en el paraje Alegría en San Antonio, Misiones, y que cuenta con 68 alumnos.
“En realidad, todos los días son especiales cuando estamos con los chicos. Hace 28 años que soy maestra, es toda una hermosa vida de enseñanza y aprendizaje”, comenzó su relato en FM Santa María de las Misiones.
Su día comienza a las 5 de la mañana, cuando sale camino a la escuela. Llega a las 7, antes que todos, y comienza a hacer el fuego para preparar el desayuno. Si no hay pan o galletas, elabora chipas o reviro para esperar a los chicos. Después, cuando es mediodía, se encarga del almuerzo. “En caso de que no llegue la partida en tiempo y forma, golpeamos puertas para que los niños si o si tengan su taza de leche o su comida”, aseguró.
En sus comienzos, Edy iba caminando hasta la escuelita en el paraje. Después, junto al director, se trasladaban en una moto. Sin embargo pasó el tiempo y lamentablemente le detectaron cáncer de pulmón: “La peleé y pude vencer a la enfermedad, y estoy muy agradecida”, manifestó.
Pero luego de ese episodio, le recomendaron no viajar más en motocicleta. Fue en ese momento de su vida que entró en escena su fiel compañero, el caballo de su hija, llamado Moro; que la llevaba hasta el lugar de trabajo.
“Moro fue clave en la pandemia. Actualmente la mayoría de las veces me quedo a dormir en la escuela, entonces no necesito trasladarme. Pero sino, me acompaña Moro. Andar a caballo también es una forma de estar más cerca de los chicos, porque la mayoría de ellos en las colonias andan a caballo”, mencionó.
“Hacemos hasta lo imposible, todos los días”
En general, los chicos que asisten a la escuela rural “vienen de familias muy humildes, y la mayoría tienen padres o abuelos que son brasileños, por la zona en la que estamos”, describió.
Por eso, uno de los desafíos que los docentes deben afrontar a diario es la práctica del idioma castellano. “Muchos hablan en portugués y tenemos que encontrar la forma de que se amiguen también con el castellano. Ellos aprenden bastante con las canciones, himnos, canciones patrias, con temas de fútbol también, ahora que todos quieren ser Messi”, contó entre risas. “Siempre se encuentra la forma para enseñarles; los chicos son muy respetuosos y para ellos la maestra o maestro es palabra mayor. Hace un tiempo conseguimos computadoras, entonces se les explica cómo usarlas, los incentivamos. Pero el celular tratamos que dejen de usarlo apenas llegan a la escuela, salvo casos de urgencia”, agregó.
Cuando hay casos particulares, Edy también se preocupa y ocupa, “porque la maestra no solo enseña, sino que también es portera, psicóloga, enfermera, todo”. “A veces voy casa por casa, o cuando hay casos de chicos que quieren dejar o existen otros motivos de fuerza mayor. O hay nenas de 13, 14 años que no quieren ir más, porque todavía está ese tabú de ‘ya estás grande para ir a la escuela’, entonces nos ocupamos en eso, hacemos hasta lo imposible todos los días”, describió la docente.
La satisfacción viene de la mano de los logros, el reconocimiento y el amor por la enseñanza
Según sus palabras, Edy González expresó estar “muy agradecida a Dios por seguir viva”, y por eso considera que tiene una misión en la vida, y es estar cerca de los chicos cumpliendo su profesión con el mayor de los compromisos y afectos. “Vale la pena cada sacrificio que se hace por cada ser humano”, opinó.
“No existe nada más lindo y sincero que la mirada o el abrazo de un niño, eso me impulsa a seguir. Hay muchos que aprendieron a leer de mis manos y hoy son profesionales. Cuando me dicen ‘te acordás, yo era tu alumno’, y cuentan alguna anécdota me conmueve y me pone feliz que hayan salido adelante; porque muchos de los chicos que vienen a la escuela a veces no tienen calzados o un abrigo”, finalizó con emoción Edy.