En nuestra vida no nos detenemos a pensar: “esto que estoy pensando no es la realidad, es nada más la interpretación que mi mente está haciendo de la realidad, por lo tanto es probable que exista otra interpretación que explique mejor esto que está pasando”. ¡Qué diferente sería nuestra vida si pudiéramos recordarnos eso más seguido!
Hace un tiempo iba en mi automóvil, bajo una lluvia muy fuerte, en una avenida muy concurrida, de 4 carriles dividida por un camellón. En días de mucha lluvia, es común que en las orillas de las aceras se acumule agua, por lo que procuro bajar velocidad cuando veo peatones para no crear una ola de agua que los podría mojar más de lo que ya se están mojando.
Ese día noté a lo lejos que había 2 señoritas sin paraguas paradas en el camellón central esperando poder atravesar la avenida. Un par de vehículos delante de mí no redujeron la velocidad, así que fueron víctimas de un par de olas gigantes que las cubrieron de arriba a abajo.
“Qué falta de respeto tienen esos conductores. Ellas han de estar furiosas” pensé indignada. Mientras llegaba mi enojo crecía de ver que los automóviles las seguían mojando sin piedad. Cuando por fin llegué a donde estaban ellas, reduje la velocidad para no salpicarlas más y cuál no sería mi sorpresa al ver que ambas estaban dobladas de la risa de la aventura de ser empapadas por esas olas que los automóviles provocaban al pasar.
Permanecían allí en medio de estas dos calles recibiendo las olas con unas sonrisas extraordinarias en sus rostros.
¿Quién fue esclava de su versión de la realidad: Ellas que la pasaron bomba mientras las empapaban, o yo que, protegida en mi vehículo de la lluvia y sin recibir una sola gota de agua iba indignada y molesta?
¡Se nos olvida que la realidad que vemos no es la verdadera realidad! Si nos proponemos recordar más seguido esta idea, notaremos que nuestros juicios y reacciones hacia la realidad van comenzando a transformarse.
(De Tuti Furlán).