El debate sobre el “llamado de atención” que quiso hacer el ministro de Industria paraguayo, Luis Castiglioni, al proponer un “muro” entre Argentina y su país fue un eje de debate nacional en ambos estados. “A lo Trump”, según lo definió el mismo funcionario del presidente Mario Abdo, terminó siendo lo que de entrada pudo considerarse el mismo: nada.
Sin embargo, en el puente internacional entre Posadas y Encarnación, sí existe un “muro humano” que retiene inhumanamente a las personas que quieren cruzar a la capital misionera.
Lamentablemente, por más Coordinación de Frontera que existe en el esquema del Ministerio del Interior de la Nación en Misiones, el accionar de todos en el San Roque González de Santa Cruz funciona en la práctica como un constante murallón de funcionarios que nada hacen por mejorar el tránsito sobre el viaducto.
Aduana y Migraciones son los más visibles en ese “muro” burocrático, con casillas que nunca se termina por saber cuántas funcionan, qué días, en qué horarios; si el sistema es el culpable o son las manos de los que cargan los datos.
Pero después está Gendarmería Nacional que controla el tráfico, donde suelen aparecer adelantados con custodia, de los que tampoco se termina por saber si son prioridad (diplomáticos, discapacitados, personas en tratamiento de salud, etc).
“A lo Trump”, “a lo Fernández”, “a lo de Pedro”, “a lo Carignano”, “a lo Mitchel”… a lo de todos esos apellidos, el “muro humano” sigue generando destrato que -si hubiera una Justicia Federal con ganas de actuar- probablemente habría muchas denuncias de oficio por la forma en la que se trata a las personas en la espera para cruzar una frontera.
Eso existe, está más vigente que nunca y afecta a miles de personas de ambos países, sin que nadie se escandalice ni se movilice por ponerle un punto final a tanta vergüenza en el funcionamiento de un paso vecinal.