La foto de familia, se sabe, es un mero y al mismo tiempo significativo trámite de cada Cumbre del MERCOSUR como la que se desarrolló recientemente en Misiones. Es una imagen que habla de abroquelamientos, de región y de unidad frente a la hostilidad que representa el concierto de naciones en el universo económico y financiero.
Sin embargo, cuando la fotografía viene con un contexto tan disímil entre los estados integrantes, no es más que una simple imagen recordatoria de algo que se pensó e instauró hace décadas y que, al día de hoy, dio pocos pasos en positivo.
Ya sea por la situación política y humanitaria de Venezuela, por los acuerdos pendientes con otros bloques como la Unión Europea o por las vertientes ideológicas de los gobiernos integrantes, el MERCOSUR sigue a años luz de plasmar en los hechos los que declama en su acta fundacional.