De pérdidas sabe el sujeto. Desde que el sujeto nace, se encuentra con la presencia de otros con los que luego establece vínculos. Primero, con aquel cuidador principal encargado de asistir y dar afecto, ese otro que recibe el nombre de función materna. Luego, a partir de ello, forja lazos de diversa índole con otros, fuera del círculo familiar. Vínculos tan significativos que cuando son perdidos, el sujeto se ve empujado a realizar ese arduo trabajo llamado duelo.
Se calla y se oculta como si morir fuera en realidad una equivocación o un error que no tiene por qué pasar. Incluso la palabra “muerte” o “morir”, incómoda y por eso se usan eufemismos tales como: “Se ha ido a un largo viaje” o “Ahora está en otro lugar”.
No resulta nada fácil poner palabras para expresar y explicar el por qué de lo sucedido y menos aún si se trata de comunicárselo a los más pequeños.
¿De verdad apartando a los niños, intentando que no sepan o no vean, dejan de sufrir? Lo cierto es que cuando los niños no saben inventan sus propias teorías.
Que las preguntas que realiza sean respondidas con mentiras o frases que solapan la realidad, es aún peor para el niño que, ante su curiosidad y falta de información inventa e imagina porque lo que vive con mayor angustia es que sus intuiciones queden sin explicación.
En el duelo infantil es diferente al del adulto, ya que las vivencias de pérdida inciden en un ser todavía en construcción, cuyas defensas, capacidades cognitivas, soporte emocional y estrategias de afrontamiento están todavía en desarrollo. Por lo tanto, la manera en que se le comunique la noticia, quién, dónde y cuándo se hará, de igual modo que el acompañamiento del adulto evacuando dudas y permitiendo las emociones, admitirá una mejor adaptación a la situación de pérdida y el atravesamiento del duelo.
Pero surge la pregunta, ¿de qué manera se lleva a cabo el trabajo de duelo por parte del sujeto ante la muerte de su objeto de amor?
¿Cuál es la relevancia del trabajo de duelo en la vida cotidiana?
Señales de que su hijo tal vez necesite ayuda:
* Problemas continuos para dormir o sueño agitado.
* Baja autoestima o depresión.
* Fracaso académico constante o falta de interés en las actividades relacionadas con la escuela.
* Rompimiento de relaciones con familiares y amigos.
* Conductas relacionadas con la toma de riesgos como consumo de drogas y alcohol, peleas o experimentación sexual.
Prevea los disparadores de la tristeza. La tristeza del duelo puede empeorar ante eventos importantes como días festivos y experiencias cotidianas como por ejemplo, escuchar la canción favorita de su ser querido. Ayude a sus hijos a entender que estas experiencias son naturales. Explique que, si bien el duelo puede durar toda la vida, seguirán desarrollando nuevas habilidades para sobrellevar el dolor de la pérdida.