Paraguay irá el próximo domingo a elecciones presidenciales con un inédito escenario de paridad entre dos fuerzas que atravesaron serias divisiones, un oficialista Partido Colorado con fortalezas y debilidades a partir de su extensa permanencia en el poder y una inusual alianza opositora, y que llevan como candidatos a dirigentes que fracasaron en anteriores intentos de llegar al Palacio de López, como Santiago Peña y Efraín Alegre.
A una semana de los comicios, el panorama muestra a la oficialista Asociación Nacional Republicana (ANR) -el nombre oficial del Partido Colorado- con una áspera división interna, mientras la opositora Concertación por un Nuevo Paraguay reúne una gama de fuerzas impensadas de ir juntas años atrás.
En el fondo, lo que está en juego, con todas sus consecuencias, es si el país se permite la alternancia o ratifica a un oficialismo que ganó seis de las últimas siete elecciones presidenciales, con la excepción de la pulseada del 2008, cuando también llegó dividido y permitió la irrupción de Fernando Lugo.
Las encuestas dieron hasta acá triunfos para uno y otro lado, con diferencias muy magras, o virtuales empates técnicos, pero todos los dirigentes -y los propios medios que las difunden- siembran dudas sobre esos sondeos.
“Las encuestas quedaron muy golpeadas, muy en entredicho, después de las elecciones de 2018. Todos los medios pusieron entonces encuestas que decían que los colorados ganaban por 35 puntos y las elecciones terminaron con un 3% de diferencia, la menor distancia en la historia democrática.
Ya nadie les presta atención”, explicó a Télam, Marcos Pérez Talia, doctor y magíster en Ciencias Políticas y exinvestigador de CONACyT-Paraguay.
Hay, en las dos fuerzas que se suponen mayoritarias, un elemento común a tener en cuenta, aunque se dificulte sopesarlo: el grado de acuerdo y unidad con el que llegan a la compulsa.
La división dentro del coloradismo es histórica y suele agudizarse antes de cada interna, aunque esta vez los cruces, las polémicas y los ataques fueron más allá que en cualquier otra ocasión y el “abrazo republicano” con el que triunfante y derrotado solían sellar la paz no ocurrió.
El sector del presidente Mario Abdo Benítez, perdedor de las internas de diciembre, mira con recelo la candidatura del exministro Peña, el elegido del exmandatario Horacio Cartes, ahora jefe partidario. Peña ya intentó llegar a la jefatura del Estado en 2018, pero perdió las internas.
A esto se suma que a Cartes le llegó desde Washington la designación de “significativamente corrupto” y eso, además de erosionar su de por sí cuestionada imagen, complicó la obtención de créditos para financiar la campaña, aunque el partido se encargó de informar, sin precisiones, que los fondos estaban.
Los colorados controlan una estructura construida durante décadas sobre el aparato estatal y el clientelismo político y eso habitualmente le alcanzó para imponerse en los comicios.
No por nada gobernaron desde 1947 -dictadura de Alfredo Stroessner incluida- con la breve pausa de Lugo en la presidencia.
Para Pérez Talia, “la crisis interna colorada es importante, y hay una crispación que puede afectar sus resultados”.
“Es feo nuestro candidato, pero más feo es no tener nada”, dijo Abdo Benítez. Y muchos de sus allegados fueron muy duros contra Cartes.
“Hay heridas sin sanar”, remarcó por su parte el analista, autor del libro “El cambio de los partidos en el gobierno y la oposición. El PLRA y la ANR entre 2003 y 2018”.
Entonces, la aparición de una alianza opositora, el desgaste del ejercicio de Gobierno sin dar respuestas a las demandas básicas, la división interna y cierto hartazgo que parece asomar en algunos sectores antes menos comprometidos alientan la chance de una derrota colorada, aunque del lado de la Concertación también existen temores.
La coalición se presentó como la chance única de destronar a la ANR y el compromiso de toda la dirigencia opositora de saldar hacia adentro las diferencias para encarar un proyecto superador.
Se encolumnaron entonces fuerzas tradicionales, como el poderoso Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA); progresistas, como el Frente Guasú de Lugo y el Partido Revolucionario Febrerista; de centro, como Encuentro Nacional; y hasta de centroderecha, como Patria Querida, habitual acompañante del oficialismo en el Congreso.
Las internas se saldaron con el triunfo del liberal Efraín Alegre, que irá por su tercer intento de alcanzar la presidencia.
Pero una parte del FG rompió con esta fuerza y se alió a Nueva República, una pequeña estructura que lleva como candidato a Euclides Acevedo, un excanciller de Abdo Benítez.
No queda claro cuánto voto opositor puede arrastrar este quiebre, pero el miedo hizo que se hicieran decenas de propuestas de unidad para no dividir los pronunciamientos antioficialismo.
Ese temor generó, además, una pelea nada disimulada acerca de a quién respaldaría Lugo. Es que el exobispo conserva un nada despreciable “voto duro” a favor y, aunque fue uno de los armadores de la Concertación, vio después como tres de sus senadores migraban hacia las filas de Acevedo.