El Gobierno nacional cerró 2022 en claro incumplimiento con la sociedad argentina, pero con la autosatisfacción de haber alcanzado las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Aunque lo hizo recurriendo a ciertos artilugios que, a la larga, quizás dejen en evidencia la inconveniencia de haberlo hecho así.
El mayor problema radica en la acumulación de reservas internacionales. El Gobierno mostró que sumó los 5.000 millones de dólares acordados, pero lo hizo pisando pagos de importaciones y anticipando el cobro de dólares a través del programa dólar soja. El atraso entonces es evidente y el acuerdo señala que durante el primer trimestre de 2023 deberá reunir 7.700 millones de dólares… lejos está de lograrlo.
En cuanto al incumplimiento con la sociedad, la primera premisa de esta columna, es notable la inercia para este año. Cuando termine febrero el Gobierno, anclado al desempeño de Sergio Massa en Economía, habrá acumulado una inflación ostensiblemente mayor a la del primer bimestre pasado ubicando las expectativas anuales muy por encima de lo que vaticinan incluso las consultoras y bancos que componen el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que elabora el Banco Central. Seis puntos en enero, preocupantes mediciones de alta frecuencia en lo que va de febrero y una interanual corriendo al 98,8% no dejan margen para la discusión.
Así las cosas, la guerra contra la inflación que el 15 de marzo de 2022 anunciaba Alberto Fernández sólo acumula derrotas desde entonces. Ni los precios cuidados ni los justos, ni los subsidios cruzados, ni los estímulos cambiarios o impositivos han menguado la inercia de los precios, acaso el mayor problema de los argentinos. La promesa de un 3% para abril se avecina como el punto de quiebre para la gestión de Massa.
El último informe de Portfolio Personal Investment destaca: “Todo indica que la nominalidad habría hecho piso en noviembre y que un ritmo mensual en torno a 5% difícilmente pueda ser sostenido sin un plan de estabilización mediante”.
Empujado por las urgencias
Las consecuencias de tales fracasos, como siempre sucede, se evidencian en el tejido social del país, pero también generan un estrés político sobre la ya exasperada coalición oficialista.
La ecuación es simple: si la mesa de los argentinos se encarece, la mesa política del Frente de Todos paga los costos. Y no es un juego de palabras, pero vale destacar que la última mesa fue una consecuencia de otra anterior convocada por Máximo Kirchner en Provincia de Buenos Aires, a la que no fue invitado el presidente Alberto Fernández. Ocurre que al mandatario le reclamaban ese armado desde hace meses, pero fiel a su estilo dilatorio dejó que lo empujen las urgencias.
Finalmente, el jueves llegó la cumbre del Frente de Todos, pero lejos estuvo de ser la que quería el Presidente. Su intención siempre fue inmiscuir a los gobernadores y así ampliar el volumen de decisiones y su margen de influencia. Pero la mayoría de los mandatarios provinciales asumen que mezclarse en una mesa con muy poco carácter federal no suma, sino que trae inconveniencias.
“Y… son varios motivos: mezclarse con Alberto no trae votos, pero sí trae problemas. Todos vamos a desdoblar, necesitamos ganar los distritos con estrategias locales porque la nacional es un desastre. Encima el armado de la Mesa empezó en la Provincia de Buenos Aires y no vamos a someternos”, manifestó un gobernador justicialista a un medio que seguía de cerca el armado de la mesa del FdT.
La lógica es irrebatible: Fernández pierde amplios márgenes de poder todos los días y ya no puede gravitar en las estrategias provinciales sin el apoyo de los gobernadores… y no existe argumento posible para que alguno se lo permita antes de que culmine su mandato.
Cinco horas de catarsis
De vuelta a la mesa del Frente de Todos y más allá de las repercusiones trasnochadas (culminó de madrugada), hubo dos coincidencias pensando en las elecciones presidenciales: la necesidad de encolumnarse y la urgencia por resolver la crisis económica.
La primera coincidencia es dramática porque los líderes del FdT están tan lejos de acordar detrás de quién como era antes de la reunión. La segunda coincidencia es aún peor porque depende en buena medida de lo que pueda hacer Massa con la economía y con una inflación que en cuestión de semanas pasó a dominarlo.
Entienden los líderes de la coalición que el diseño de la campaña empieza con una tregua por parte de los precios. Pero tal presunción sucumbe con una inflación anual pisando los tres dígitos. Bajo ese contexto agudizan las aspiraciones de los distintos precandidatos, queda menos margen de acompañamiento sindical porque se tensa la discusión salarial y, paralelamente, disminuye el “aprecio” de los gobernadores que año a año esperan más recursos destinados a las obras públicas que se planifican en la Casa Rosada.
Llegar con chances a una elección requiere resultados y no explicaciones. En el último año de la gestión ya no cabe echarle las culpas a la herencia, la pandemia y la guerra. A estas alturas sólo vale hacerse cargo de no creer en los proyectos, los planes y las agendas programáticas y de, incluso, haberlo explicitado casi con orgullo. “Francamente, no creo en los planes económicos”, soltó el mandatario en julio de 2020.
Así las cosas, la mesa fundada el jueves tiene un destino tan incierto como la de buena parte de los argentinos… habrá que seguir cortando clavos.
Modo mandatario
Quizás consciente de todo lo anterior, en su breve paso por Posadas apenas horas después de la cumbre, Alberto Fernández inauguró el nuevo módulo de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM).
El mandatario pronunció un encendido discurso que tuvo como blanco a Juntos por el Cambio. “Cuando otros piensan que hay que parar de construir universidades, porque los hijos de los pobres asisten, nosotros creemos que no hay que parar de sembrar universidades para acercar a los alumnos a ellos”, afirmó en referencia a los dichos de la exgobernadora María Eugenia Vidal.
Con todo, nada dijo en público en modo candidato, ni habló de política con el gobernador Oscar Herrera Ahuad, ni buscó su apoyo a una eventual presentación para un segundo mandato.
De todas formas, sabe el mandatario de la postura de la Provincia de no inmiscuirse en ninguna trifulca política nacional, mucho menos cuando responde a intereses que se circunscriben a un lado de la avenida General Paz.
Y a propósito de mesas, campañas y elecciones, las cosas se aceleran en Misiones con los vencimientos de cara a la cita con las urnas en mayo. El jueves se inscribieron los frentes con las cosas algo más claras. El oficialismo abroquela a 32 partidos políticos frente a la disminución que vienen exhibiendo desde 2019 el Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
El Partido Socialista, el Partido Solidario, Proyecto Sur, Vanguardia Popular y Libres del Sur tomaron distancia y provocaron la fractura del FdT que ahora se llamará Fuerza de Todos.
En tanto JxC vio partir a la Coalición Cívica, el Movimiento Militantes Barriales, el Movimiento Positivo, el Partido Unir Unión para la Integración y el Resurgimiento.
Punto de partida
En tanto, cerrando la semana, Misiones tuvo una reparación histórica con la puesta en marcha de su puerto en Posadas. La actividad aportará competitividad a la industria provincial mientras la Provincia acondiciona espacios para que la AFIP-Aduana pueda “consolidar las cargas” en el puerto. Ello permitirá que empresas misioneras tengan otra opción para hacer salir su producción.