Desde hace años los sucesivos gobiernos argentinos apuestan por los controles y/o acuerdos de precios para moderar el crecimiento de la inflación. Los resultados, queda a la vista, distan mucho de lo que se busca.
A la vuelta de estos lustros la batalla entre el poder adquisitivo y los precios al consumidor sigue siendo desigual y año a año es el IPC el que prevalece por sobre los salarios de los argentinos.
Hoy, una vez más, el Gobierno pone casi todas sus fichas al mismo sistema pensando en que esta vez sí el resultado será otro.
Sin embargo, el índice inflacionario de enero, dado a conocer ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), se transforma en un nuevo golpe de realidad, aunque lejos estaría el Gobierno de asumirlo.
A estas alturas debería quedar claro para todos que, controlar sin adoptar al mismo tiempo medidas de mayor fuste como para frenar la depreciación de la moneda, carece de sentido y sólo genera malhumor por la “venta” de expectativas.
El año apenas si está en curso y pensábamos que estaría dominado por las elecciones, pero ahora nos queda claro a todos que, en cuanto a las expectativas sociales, la inflación volverá a ser el tema dominante.