La visita presidencial de Alberto Fernández a la provincia, que se venía posponiendo desde fines de diciembre pasado, se concretó ayer pero dejó “sabor a poco” para los misioneros.
El mandatario, en su fugaz paso por la tierra colorada, entregó simbólicamente viviendas en el barrio Itaembé Guazú de Posadas, construidas por IPRODHA, y se marchó de regreso a la Ciudad de Buenos Aires.
En su discurso, reiteró los ejes que suele sostener públicamente en las reuniones de los gobernadores del Norte Grande, respecto a la postergación a la que fueron sometidas algunas regiones de la Argentina.
“Nosotros no vivimos en una Argentina igual. Vivimos en una Argentina que tiene un centro muy rico, aquella Argentina agroexportadora, y después hay un norte y un sur muy olvidados. Un norte y una patagonia periférica. Yo me puse en la cabeza que tengo que terminar con esa Argentina. La Argentina es una. No puede haber una Argentina en el centro, otra al sur y otra al norte que tengan menos posibilidades de desarrollo por razones de distancia, porque están lejos, porque la energía es más cara, porque todo se hace más difícil lejos del puerto de Buenos Aires”, sostuvo Fernández.
Sin embargo, en los hechos, ni siquiera trajo una carpeta con convenios (de esos inaplicables que terminan siendo meras promesas “federales”) para asumir compromisos con Misiones. Tampoco anunció la zona especial aduanera; ni el apoyo a la foresto industria en su cruzada por construir más casas de madera o las retenciones cero para madera industrializada; ni la rebaja en los costos de nafta o la luz.
Suele ser tradición que un Presidente que viaja a una provincia lleve cuanto menos algún anuncio. Alberto nos habló de la Selección y su título en Qatar. Tal vez, una alegría ajena para conformar fugazmente la gran indiferencia con la que Alberto y la Rosada miran a Misiones.