“Invertir en ellos no es rentable, porque no votan pero están a cargo de un personal que sí lo hace”, es la reflexión que hizo Cristina Permuy Rivadavia, administradora del Hospital Carrillo, en referencia a los 27 pacientes crónicos, que están hace más de 15 años “depositados” en el Hospital de Salud Mental Ramón Carrillo, y que son testimonio vivo de lo que significa abandono y vulnerabilidad.
En su mayoría adultos mayores, muchos de ellos pasaron años internados sin identidad: únicamente identificados como “NN Marita”, “NN Estelita”, “NN Eldorado” y otros nombres asignados por el personal. Todo porque, a su llegada, décadas atrás, muchos no recordaban quiénes eran o se veían imposibilitados de comunicarlo por sus mismos trastornos de comunicación.
Si bien años más tarde la situación se judicializó y mediante la expedición de un juez se le dio una identidad y una estimada fecha de nacimiento a cada uno, todavía sigue habiendo en el Hospital Carrillo una persona sin identidad, “NN”, ya que el juez aún no se expidió para que el registro pueda hacerle un DNI. Se trata de una persona que “calculamos rondará los 65 o 70 años”, afirmó Permuy en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.
Incluso, “si mal no recuerdo, son dos los pacientes que tenemos, que vinieron de Villa Lanús, la antigua locación del Hospital Carrillo cerca de 1970”, explicó. Es decir, llegaron de jóvenes y hoy siguen ahí siendo adultos mayores.
La única forma de sobrellevar la situación crítica de los pacientes, sin familia, sin allegados y con un estado de salud mental que se va deteriorando con los años, es gracias al enorme esfuerzo y vocación del personal del Hospital Carrillo. Personal que, según la administradora, tuvo que arreglarse con los atrasados e insuficientes recursos que le enviaban desde el Estado.
A su vez, a lo largo de los años fueron muchos los casos donde aparecía algún que otro sobrino o nieto a ver por primera vez a su familiar que estaba en el nosocomio, pero cuando vieron y dimensionaron la gravedad y el deterioro mental de su ser querido, fruto de años de abandono, no volvieron más.
Eso suele ser por dos cuestiones, reflexionó Permuy, primero por lo difícil que se le hace a una familia convivir con una persona que tiene problemas vinculados a la salud mental y segundo por lo complicado que resulta sostenerla económicamente, ya que se trata de personas que, por lo general, no pueden trabajar.
A pesar de todos esos factores, explicó que hubo situaciones donde familiares se desentendieron. En concreto, donde el personal se enteraba por vecinos y colaboradores que había pacientes con familias numerosas, que estaban en conocimiento de la situación y aún así no se acercaban a ver por su familiar.
Algo similar sucedió el fin de semana pasado con una mujer uruguaya que vive en el Carrillo “en un confuso episodio el papá vino a buscarla, pero no sabemos qué pasó porque la dejó en la terminal, luego la policía le rescató y la volvió a traer al Carrillo”, relató Cristina.
Como esa, son cientas las historias dramáticas que envuelven a los pacientes del Hospital Carrillo, que siempre, por una cosa u otra, terminan teniendo como única alternativa vivir en el nosocomio.
“Muchos nos critican porque dicen: ¿cómo en el hospital le van a dar cigarrillos? por ejemplo, pero hace 30 años están ahí y su única estabilidad es tomar un mate o fumar un cigarrillo no le podemos quitar eso. Se van deteriorando”, reflexionó Permuy, incitándole a la gente que se ponga en el lugar del personal y de los internos.
Por otro lado, el abandono no sólo lo sienten adentro del nosocomio por parte de sus familiares y muchas veces del Estado, sino de algunos centros de salud, “nos pasó un día que un paciente nuestro hizo un pico de presión, lo llevamos al Hospital Favaloro, le dieron una pastilla, lo controlaron y me lo devolvieron a los 15 minutos y lo tuve que volver a mandar porque estaba por hacer un ACV, no lo querían tener porque es psiquiátrico y es peligroso según ellos, eso es prejuicio”, afirmó.
En ese marco, Permuy cuestionó a la Ley 26.657 de Salud Mental: “La ley nos dice que no podemos ser un Hospital Monovalente y tener solo la especialidad de Salud Mental, nos dice que tenemos que ser como el Madariaga polivalente con muchas especialidades. No hay ningún problema, pero no nos mandan a nadie, somos 10 enfermeros para todos los pacientes con dos enfermeros por turno. El Madariaga es un lujo y acá nada”, finalizó.
Reciben colaboración
Quienes quieran colaborar con los pacientes pueden acercar ropa, elementos de higiene, zapatos, y alimentos al Hospital, indicó Cristina Permuy. A su vez recordó que la ropa debe ser cómoda y para adultos.