El Gobierno presentó ayer su “nueva” punta de lanza, al menos para lo que queda del año, para frenar la inercia inflacionaria. “Precios Justos” es el nombre del nuevo programa con viejos vicios y errores, pero con multas más severas y promesas de cumplimiento por parte de las empresas firmantes.
Una diferencia destacable dentro del paquete fue la admisión oficial de que así no se baja la inflación y que ello será posible solamente con medidas de fondo, tal la premisa de esta columna editorial en la edición de ayer.
El ministro de Economía, Sergio Massa, reconoció que es “mentira que es magia bajar la inflación” y prometió una “política fiscal ordenada y acumulación de reservas”. Massa dijo que Precios Justos “resuelve uno de los problemas que tenemos en materia inflacionaria, no la inflación: esta se resuelve con política fiscal ordenada, acumulación de reservas y trabajo coordinado con las cadenas de insumo difundido”.
Entre aquellos que aseguraron que bajar la inflación era algo muy simple y los que le declararon la guerra a la suba de precios, el intento que ayer termina siendo lo más serio, pero no por su mecanismo, sino por haber reconocido, finalmente, que la inflación es un problema estructural y, por ende, su solución depende de medidas estructurales como el orden fiscal.
Seguramente ahora comenzaremos a ver los defectos de siempre, incumplimientos, escasez y un acotado efecto del programa que como siempre beneficiará sólo a la zona centro del país. Por eso habrá que apostar a la segunda parte del anuncio… medidas de fondo para problemas de fondo.