A menudo cuando nos preguntan cómo estamos o cómo nos sentimos respondemos con un grupo acotado de palabras: bien, mal, más o menos, raro, todo bien. Puede sumarse alguna otra, pero lo cierto es que todos andamos por allí.
Estas palabras son juicios de valor que no nos permiten distinguir con precisión lo que estamos sintiendo.
Sentir es fundamental porque los sentimientos son sensores que nos permiten tomar conciencia respecto a nuestras necesidades insatisfechas. Los sentimientos son nuestro sistema de retroalimentación interno.
Por ejemplo: si estás experimentando sentimientos como tristeza, enojo o frustración probablemente los englobes en un “estoy mal”. Ahora bien, claramente no es la misma necesidad insatisfecha la que se encuentra tras una tristeza que tras un enojo, y, por lo tanto, no discriminar uno de otro, no permitirá diferenciar el camino a seguir para solucionarlo.
Tal vez sean años de una cultura que ha priorizado la razón por sobre la emoción, lo cierto es que nos hemos desconectado del sentir, sin embargo, no registrar lo que sentimos o negarlo implica desconectarnos de lo que necesitamos.
Cuando no sabemos lo que necesitamos perdemos el eje y desde ese lugar de desconexión, nos confundimos u optamos por caminos que quizás no nos hagan bien.
Es tan profundo este mecanismo de desconexión que muchas de las estrategias que usamos en nuestra vida son acciones para evadir lo que sentimos. Me refiero a pasar horas frente a una pantalla, o comprar y comprar, el consumo de sustancias, entre varias más.
Parece que elegimos anestesiarnos para no sentir. Estereotipar, juzgar, estigmatizar, son formas que bloquean el análisis que nos debemos ante alguna situación que nos disgusta. En lugar de indagar, sentir y contactar con lo que necesitamos, nos quedamos en lo que no nos gusta y nos quejamos.
Cada vez que -consciente o inconscientemente- bloqueamos el sentir, en cierta forma nos volvemos esclavos de eso que sentimos y ponemos la energía en protegernos. Paradójicamente los sentimientos de los que estamos huyendo son nuestra puerta de entrada a la libertad. A la libertad de encontrarnos con lo que verdaderamente nos importa y deseamos.
Les propongo atrevernos a estar presentes con lo que sentimos, llevar la atención al cuerpo y a través de la respiración sentir. Conectar nos permitirá conocernos, sanarnos y encontrar estrategias que atiendan nuestras necesidades para liberarnos.