Aunque no lo expresen públicamente, la dirigencia gremial transita entre la incertidumbre, el malestar y un dejo de decepción con un Sergio Massa al que consideraba un aliado esencial en su afán de ganar protagonismo.
En los días previos a su desembarco en el gabinete nacional, proyectaban desde el pedido de consejos y proyectos hasta una reunión donde se ratificara la continuidad de las paritarias y una lucha “real” contra la inflación. Nada de eso pasó.
Y hasta la supuesta cumbre entre la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Unión Industrial Argentina (UIA) anunciada por bombos y platillos por Massa y el propio presidente Alberto Fernández, hoy está más cerca del fracaso que de concretarse. Inclusive, hasta llevándose a cabo.
La CGT le viene demostrando a la dirigencia política que, a pesar de las diferencias internas, sostiene el concepto de unidad. Y no desde el espíritu corporativista, sino de instinto de supervivencia. “Sabemos que enfrente están Milei, Espert, Patricia Bullrich, Macri y varios más con la reforma laboral, previsional y de salud en la mano para aplicar apenas asuman. Por eso debemos seguir apoyando y bancando a este Gobierno”, señaló a iProfesional un referente gremial.
Sin embargo, muchos se quejan de la falta de comunicación de Massa. “Hubo algún llamado, pero a esta altura esperábamos por lo menos una reunión de la mesa chica de la CGT, se quejó el dirigente, que recordó: “El exministro (de Economía) Martín Guzmán vino a Azopardo a explicar el acuerdo con el FMI”. Y añadió: “Después hizo un desastre, pero tuvo una actitud política que hoy no vemos”.
Sin novedades
El nuevo ministro de Economía había anunciado una reunión para el jueves 11 con patronales y gremios para asegurar un mecanismo que “permita recuperar ingresos en trabajadores del sector privado”, explicó.
En la misma línea se expresó el jefe de Estado: “Vamos a convocar a los empresarios y sindicalistas para fijar una hoja de ruta para alinear precios y salarios en los próximos 60 días. Queremos que los argentinos dejen de padecer con la inestabilidad de los precios. Unos pocos especuladores no nos pueden hacer cambiar el rumbo a nosotros”.
Fernández subrayó: “Nos tocó un tiempo muy difícil, pero a pesar de todo pudimos volver a crecer y a generar puestos de trabajo. Ahora tenemos que adecuar los precios a los ingresos de la gente y evitar la especulación”. Los dirigentes apuntaron: “Coincidimos con los dichos del Presidente, pero necesitamos acciones más que diagnósticos; no sirve anunciar que se empieza una guerra contra la inflación y nos quedamos de brazos cruzados viendo como los alimentos suben un 20% en quince días”.
Para aportar a la confusión, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, informó que “el Presidente y el Ministro de Economía están trabajando en esa convocatoria, en las medidas, en los términos y en los alcances, y cuando estén disponibles las van a conocer”.
Añadió que “se están analizando todas las medidas posibles que apunten al crecimiento”, respecto de la implementación de un bono para reforzar los ingresos e insistió que la intención del Gobierno es que “los salarios vayan por encima de la inflación”.
Rechazo gremial al congelamiento de los salarios
La convocatoria no generó ningún interés en la CGT. Fuentes cegetistas aportaron: “No se pueden congelar salarios y precios porque ya venimos con un atraso de ingresos arriba de 20 puntos en los últimos cinco años; el esfuerzo lo tienen que hacer las grandes empresas que tienen ganancias extraordinarias”.
Sobre la posibilidad de que el pacto tenga como alternativa la aplicación por decreto de un bono, explicaron que “hay que ver si todos los patrones lo cumplen, porque ya nos sucedió que, en varias actividades, costó cobrarlo”.
Agregaron que “el Gobierno tiene que buscar la alternativa para combinar un bono con el mantenimiento de las paritarias y encarrilar la inflación; esa es la única salida”.
El rechazo a un aumento por decreto es el temor a la suspensión de las negociaciones salariales, que en el último cuatrimestre vendrán como un aluvión, con algunos de los sectores más importantes como Comercio, Camioneros, Construcción, Docentes Nacionales, Mecánicos, Sanidad y Alimentación, entre otras.
Muchas de estas actividades cerraron en el 60, 65%, por lo que hay que discutir aumentos de 20 puntos, teniendo en cuenta que el proyectado anual de la inflación ya ronda el 80%.
Marcha del 17
En los pasillos de la central obrera aseguran que “si Massa hubiese convocado a la dirigencia gremial, seguramente la marcha del 17 de agosto se levantaba, pero el diálogo hoy es nulo, más allá de algún funcionario de Economía”. La falta de línea directa es otro de los puntos de enojo de la dirigencia, quien advirtió: “Ojo que en la marcha no aparezcan sectores que desde las bases critiquen duramente al Gobierno”.
La agenda del movimiento obrero es amplia, porque al tema salarial se le debe agregar la preocupación por el empleo no registrado que afecta el sistema previsional, la necesidad de transformar los planes sociales en puestos de trabajo (“las organizaciones sociales se apoderaron de las calles y desvirtuaron las manifestaciones”, sostienen) y el pago de los fondos de las obras sociales, que hoy están desfinanciadas y sostenidas por los propios sindicatos.
Como señales positivas, el sindicalismo destaca la convocatoria al Salario Mínimo, Vital y Móvil prevista para el lunes 22.
Ese básico que sirve de parámetro para las trabajadoras y trabajadores no registrados hoy está en $47.850. Para medir los efectos inflacionarios, ese iba a ser el mínimo para diciembre, pero se tuvo que trasladar a agosto.
El desmadre económico es tal que el Consejo posiblemente se reúna cuatro veces en un año, marcando un hecho histórico que no amerita un aplauso.
Un cúmulo de fracasos
A lo largo de la historia argentina, los acuerdos de precios y salarios han sido intentados por gobiernos de todos los signos, desde el primer peronismo en 1952, pasando por la gestión del general Onganía en 1967, el plan de José Ber Gelbard -del que Cristina Fernández de Kirchner se confesó admiradora- en 1974-, luego el congelamiento de Martínez de Hoz durante la dictadura militar en 1976 y el lanzamiento del Plan Austral en 1985.
Algunos fracasaron muy rápidamente, como el plan “inflación cero” de Ber Gelbard, que a un año de lanzado ya mostraba un fuerte impulso ascendente de la inflación y terminaría en el recordado “Rodrigazo”.
Otros, como el plan Austral, mostraron un comienzo prometedor, al bajar una inflación que estaba en 26% mensual al momento del inicio, hasta un mínimo de 1,9% a los seis meses.
Pero, la falta de consistencia entre el plan y el resto de la política económica los llevó al estallido inflacionario con fuerte devaluación, que tuvo su dramático momento cúlmine en la hiper de 1989.
En este sentido, el best seller de Juan Carlos Torre -“Diario de una temporada en el quinto piso”, que saltó a la fama cuando la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner se lo obsequió como regalo de cumpleaños a Alberto Fernández- ha sido un recordatorio sobre cómo se erosionan ese tipo de esfuerzos antiinflacionarios: desde el propio gobierno empieza el sabotaje, por la resistencia al recorte del gasto, lo cual transmite a la población una pérdida del compromiso con el equilibrio fiscal y se deriva en la recreación de la puja distributiva con la nueva carrera nominal entre precios y salarios.
Bono
El ministro de Trabajo, Claudio Moroni, confirmó el miércoles pasado que el Gobierno analizó otorgar un bono a trabajadores por la alta inflación. Fue al término de una reunión de Gabinete en Casa Rosada.
Movilización
“La marcha del 17 va a ser multitudinaria”, expresó al mismo tiempo que confirmó Omar Plaini. “Lo hacemos en defensa propia y contra los sectores como el grupo sojero, la Sociedad Rural, empresarios argentinos, etc”, agregó.