“La vida da muchas vueltas. Y la mía podía haber sido de muchas formas”. La reflexión es de Augusto Servello (22), una de las esperanzas de la esgrima argentina para los Juegos Olímpicos de París 2024 y protagonista de una historia muy particular y poco conocida hasta el momento.
Aunque es uno de los referentes de la nueva camada de la disciplina, su nombre recién trascendió al país la semana pasada, cuando el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) difundió un comunicado en el que lo felicitaba por haber llegado a los octavos de final de la Copa del Mundo de Egipto.
En ese artículo, además, trascendió que Augusto era misionero, un dato desconocido incluso en la provincia. EL DEPOR se contactó con Servello, quien desde Estados Unidos, su actual lugar de residencia, contó su cinematográfica historia de vida.
Augusto nació en Posadas, pero a las dos semanas fue adoptado y se mudó a Buenos Aires. Nunca más volvió a la tierra colorada. Y ya de chico, comenzó a recorrer el mundo con la esgrima, hasta ser hoy el número uno de la Argentina y de Sudamérica. Sin embargo, los orígenes siguen vigentes. “Cuando me preguntan dónde nací, siempre digo con orgullo que soy misionero”, confió. Esta es la historia del misionero que quiere estar en París 2024.
Augusto, contanos… ¿cómo es tu historia con Misiones?
Yo nací en Posadas y mi mamá me adoptó a las dos semanas. De ahí, me fui a vivir a Buenos Aires y nunca más volví a Misiones, pero el vínculo con la provincia siempre estuvo. Yo me siento misionero. Cuando me preguntan donde nací, siempre digo con orgullo que soy misionero. Me hubiese gustado volver a Posadas, pero empecé a viajar de muy chico con la esgrima y no tuve tiempo de recorrer el país. Sin dudas, todo eso me abrió otras posibilidades, otras oportunidades.
¿Y cómo arrancaste con la esgrima?
Mirá, mi mamá me dice que siempre que iba al médico, el doctor me daba esa ‘paleta’ con la que te examinan y yo la utilizaba como espada (se ríe). Después empecé a crecer y siempre pedía que me regalen espadas y esas cosas. Y también recuerdo que con mi abuelo teníamos un tiempo que era nuestro, que era cuando volvía de la escuela y me sentaba con él a mirar El Zorro por la tele. Y me fascinaba, me volvía loco. Un día le pregunté qué era eso que hacía y mi abuelo me contó que era un deporte y que se llamaba esgrima. Él se enfermó en 2008 y murió cuando yo tenía 8 años. Una vez que me recuperé del bajón, mi mamá me preguntó si quería probar con ese deporte que me había dicho el abuelo. Y ahí empecé. Arranqué en el Centro Naval de Olivos, frente a la quinta presidencial, con el maestro Guillermo Saucedo, una eminencia. A los 10 años entré en el equipo nacional y, a los 13, empecé a viajar a Europa.
¿Cómo se dio ese salto?
Mi mamá, Karina, empezó a ver que tenía potencial. Como vio que me iba bien acá, nos fuimos a competir a Chile. Y como me fue bien, ahí nos fuimos a Brasil, a un Sudamericano. Y como me fue bien… Además, el hijo mayor del maestro Saucedo era parte de la Selección Argentina en mayores, entonces viajaba mucho a Europa y se ofreció a llevarme. Ahí empecé a competir, en Juveniles, en copas del mundo, torneos italianos, después Sub-23 europeos. Y eso te permite agarrar mucho nivel. Siempre digo que yo soy bien argentino, pero producto de todo ese entrenamiento afuera. Siempre extrañé mi país, pero mi sueño siempre fue prioridad.
Eso te permitió también llegar al más alto nivel…
Y también tuve algo de suerte, porque desde los 12 hasta los 14 iba a Roma a entrenar, hasta que a los 14 me fui a vivir a España gracias a que conocí a una entrenadora argentina, Yanina Iannuzzi, que trabajaba en un club de Madrid. Y me fui para allá.
¿Y qué fue lo más importante que obtuviste en esos años a nivel deportivo?
Todo eso me sirvió mucho, al punto que llegué a estar cuarto en el ranking mundial de Juveniles. Y ahí sumé muchas medallas panamericanas, sudamericanas, gané copas del mundo de la categoría en La Habana, Guatemala…
Y actualmente… ¿cómo estás en el ranking mundial?
Actualmente soy el número uno de Argentina y de Sudamérica. Y en el ranking mundial estoy 41º.
¿Qué países son potencia en la esgrima?
Las potencias son Francia, Italia, Hong Kong, Estados Unidos, Rusia, Polonia…
La semana pasada te metiste entre los 16 mejores del Mundial de Egipto… ¿cómo fue llegar tan lejos?
Bueno, justamente ahí perdí en esa instancia con un italiano Tomaso Marini, que es el número uno del mundo. Como para que tengas una idea, en esgrima el “ranking” de torneos lo encabezan los Juegos Olímpicos, después vienen los mundiales, luego los grand prix, después las copas del mundo y luego los campeonatos de zona, como los europeos o el Sudamericano. Los mundiales son más exclusivos porque participan los cuatro mejores de cada país, mientras que en una copa del mundo participan los 12 mejores de cada país. Y en Egipto me fue muy bien, sobre un cuadro de 128 competidores, pude entrar entre los 16 mejores.
Estuviste muy cerca de Tokio 2020…
Sí, el Preolímpico se disputó en Costa Rica y quedé segundo, perdí la final por dos puntos con un mexicano, que fue quien logró la clasificación a Tokio.
¿Y cómo está el ciclo olímpico hacia París 2024?
Trato de ir paso a paso. En Mayores todavía tengo poco recorrido, no más de dos años en la categoría, porque la pandemia cortó todo. La clasificación a París viene a ser como el objetivo final, pero ahora la primera meta son los Juegos Odesur 2022 de Asunción.
¿Te imaginás en París? ¿Qué sueños tenés?
Primero que nada, me gustaría estar dentro de los diez mejores del mundo, ganar un Mundial en Mayores… pero no me gusta conformarme… El sueño final es estar en los Juegos Olímpicos con la bandera argentina. No es fácil, pero tampoco es imposible. Ahora tenemos dos formas de clasificación, tanto por equipos como individual, y en ambas la clasificación es posible.
¿Cómo es que te mudaste a Estados Unidos?
Justamente después del Preolímpico se contactó conmigo un club de Boston interesado en que lo representara, también con una oferta de trabajo. Ya cuando competía en Juveniles, varias universidades de Estados Unidos se habían contactado conmigo. Y por aquel entonces se había contactado conmigo Matteo Zennaro, entrenador del equipo de esgrima de Harvard y bronce en Sidney 2000. Desde entonces quedamos como buenos amigos y siempre me insistía. Y después de ese Preolímpico me dijo “bueno, ahora me gustaría ayudarte en este nuevo ciclo olímpico”. Y acepté el desafío. Ahora estoy acá entrenando y también trabajo como instructor.
¡Sos un trotamundos de la esgrima! ¿Cuántos países recorriste?
(Se ríe).. Mirá, el otro día me puse a hacer cálculos sobre eso y llevo recorrido el 53% del mundo (se ríe)… Gracias a la esgrima pude conocer Italia, España, Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Portugal, el Reino Unido, Rumania, Serbia y otros tantos; también Rusia, Qatar, Turquía, Uzbekistán, China, Japón… todo Sudamérica, México, Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Panamá… Y ahora también Egipto.
Y aunque no volviste a Misiones, mantenés ese lazo, esa esencia…
Más allá del lugar de residencia que tenga, cuando me preguntan siempre digo con orgullo que soy misionero. De hecho, en la Selección Argentina, el entrenador y mis compañeros me dicen “El Misionero”. Siempre me considero misionero y súper argentino en el lugar en el que esté, no importa dónde. Yo estoy orgulloso de haber nacido en Posadas, siempre que cuento mi historia digo que soy de Misiones.
Imagino que, por lo menos, el mate está en todos lados…
(Se ríe) Sí, sí, claro… Soy muy matero, me gusta mucho tomar mate y siempre pido a los que me visitan, que me traigan yerba. Vivo tomando mate, así que algo quedó en la sangre (se ríe). Ahora al último Mundial en El Cairo, me fui con el mate. También me gusta la chipa, ojo, pero acá se me hace difícil de conseguir (se ríe)….
¿Te gustaría volver alguna vez a Misiones?
Me encantaría. Es el lugar donde nací y, por eso, es un lugar especial para mí, así que me gustaría conocer la ciudad, la provincia. Si bien no es el lugar en el que me crié, creo que todos tenemos una esencia y mi historia está marcada por el lugar del que vengo. La vida da muchas vueltas y la mía podía haber sido de muchas formas. Y yo soy un agradecido a la vida por todo esto.
“La esgrima es mi vida”
Augusto Servello respira esgrima. Para el misionero con actual residencia en Estados Unidos, la disciplina que practica es, claro, una pasión. No hay otra palabra para definirlo.
“Para mí, la esgrima es mi vida, es lo que hago día a día, lo que afronto todas las semanas. La esgrima es un estilo de vida”, le dice a EL DEPORTIVO, tras lo cual profundiza sobre esa pasión entremezclada con otra: la de representar a la Argentina.
“Representar al país es lo más lindo y lo hago siempre con el corazón. Le pongo mucha garra, mucho esfuerzo. Muchas veces me toca competir con rivales que tienen otros presupuestos, muchos más recursos, pero entonces pienso en mi país, en mi familia, en todos los que están atrás, y voy con todo con el corazón”, aseguró.
La próxima cita de Augusto serán los Odesur Asunción 2022, en octubre venidero.