La soledad del sanador es inmensa. Tiene que poder sostener la tensión de los opuestos. Posee la fortaleza de mirar y atravesar la sombra. Camina en silencio. Es transparente para que nada quede en él.
Espera y es imparcial hasta que se acomode lo que ve dentro. La soledad del sanador es inmensa y en el camino.
Aprende a ver.
Aprende a no juzgar.
Aprende a no tener miedo.
Aprende a no tener opinión.
Aprende sobre sí mismo, hasta que de tanto caminar descubre en el silencio que tal soledad no existe, siempre estamos acompañados y asistidos. Que la tensión de los opuestos no existe, es aparente.
Descubre al atravesar la sombra, la ilusión de la separación y cesa así la lucha y división interna.
Sabe perfectamente cuál es la voz de su conciencia porque todas sus células resuenan con esa verdad que está más allá de toda opinión al respecto. Al no tener opinión ni posición tomada de cómo debe o debería ser, se respeta y respeta el destino de cada una de las personas sabiendo que todo es perfecto tal y como es.
Sabe que hay para cada uno una experiencia a realizar, experiencia que lo llevará a encontrar su propia unión de los opuestos. Unión de los opuestos que llevará al final del camino donde sólo hay luz. Esa luz del Amor que sostiene la experiencia de la conciencia para volver a descubrir que somos más que lo que pensamos. Que somos más que lo que sentimos.
Que somos polvo de estrellas, luces encarnadas en un cuero finito para poder experimentar la muerte, la enfermedad, el envejecimiento, la pérdida de los seres queridos y todos los infortunios que al final del camino son los que abrirán la puerta de la comprensión hacia el reconocimiento del alma.
No te angostes ni te estreches. No te achiques, ni te limites. Busca el Amor más grande que sólo se descubre en la trascendencia de tu pequeñez.