Texto y fotografías:
Colaboración Walter Faviere
Bueno, a diferencia de semanas anteriores, esta vez decidí cruzar el Puente San Roque para ver qué podía encontrar en el vecino Paraguay. Habiendo hecho los controles migratorios y de aduana en ambas cabeceras del viaducto internacional, cambiamos unos pesos por guaraníes, ya que el peaje que teníamos que cruzar sólo se puede abonar en moneda nacional.
Ya en la avenida Roque González, continuación del puente, en la primera rotonda donde se encuentra la cruz, tomamos la tercera salida y continuamos por dicha avenida hasta que ésta empalma con la avenida Irrazábal, la que nos deja luego de unos tres kilómetros, en la ruta sexta.
A partir de allí, la ruta nos llevó directo a Trinidad, nuestro destino, no sin antes pagar un peaje de 2.500 guaraníes apenas pasando picada Boca.
Al llegar a Trinidad, los carteles nos fueron indicando como entrar para llegar a la Reducción Jesuítica Guaraní de la Santísima Trinidad del Paraná. Estacionamos el auto en la amplia playa de estacionamiento y nos dirigimos hacia las oficinas del SENATUR, donde por 25.000 guaraníes los extranjeros, 15.000 los nacionales y 5.000 los residentes de Itapúa, obtuvimos una entrada que por 72 horas, nos sirvieron para recorrer las otras dos reducciones cercanas (Tavarangüé y San Cosme y Damián). El personal del SENATUR nos ofreció mirar un video de unos 5 minutos el cual expone una breve historia de la reducción y cómo están distribuidos los edificios.
Ahora sí, ¡a recorrerla!
Salimos de las oficinas y nos dirigimos por un camino hasta la entrada a las ruinas. Una vez allí el lugar entero nos atrapa, no sin antes escuchar las indicaciones del personal de seguridad, que nos indica que podemos recorrer todo sin prisa, incluso llevando mate o comida para hacer un pequeño refrigerio, pero que por favor no nos subamos a las paredes o piedras. Esto último, por si no nos queda presente durante el recorrido, al ver los guardias que recorren muchas veces a la par nuestro, se nos refresca en la memoria.
Como les decía, el lugar es muy amplio. ¿Por dónde empezar? A la derecha tenemos a sólo unos 25 metros, las ruinas de lo que fueron las casas. Seguimos por esa entrada entra las casas y nos encontramos en la plaza mayor, un amplio campo de unos 120 por 100 metros que está rodeado de construcciones entre las que sobresale el templo principal.
a estructura del templo tiene en total unos 85 metros por 18 de ancho. Al entrar, lo podemos recorrer observando sus pisos originales en algunos lugares, el púlpito tallado en una sola piedra, la pila bautismal y en lo que sería el altar se pueden observar en la parte superior de las paredes, unos frisos de ángeles músicos, uno de los más antiguos antecedentes de la música en las reducciones jesuíticas. Al recorrer más nos encontramos con una cripta en un subsuelo, la que estaba destinada a alojar los cuerpos embalsamados de los sacerdotes que fallecían en la reducción, hasta que eran llevados a su lugar de origen.
En lo que era la sacristía del templo funciona un museo donde se encuentran piezas originales y el esqueleto de un nativo de esa época.
Ya saliendo del templo, recorremos el amplio predio en el que se van sucediendo muchas edificaciones muy bien conservadas y restauradas. El mirador o campanario, el coty guazú o casa de las mujeres y huérfanas, el primer templo de la reducción… en fin.. muchos edificios, cada uno con su historia. Las galerías con sus piedras originales, las habitaciones, todo es para admirar.
Caminamos por casi una hora y cuarto pero no sentimos el mínimo cansancio. Al salir, el guardia nos pregunta si nos vamos a quedar a la visita nocturna. ¡Claro que sí!, pero… ¿hay que pagar aparte? ¡No! ¡Claro que no! Sólo esperar hasta las 19.
Qué bueno sería poder recorrer todo esto de noche, iluminado, pero falta mucho tiempo. Son apenas las 16 horas y la visita comienza a las 19… ¿que hacemos? Vayan a recorrer Jesús de Tavarangue mientras, nos sugiere el guardia. ¡Excelente sugerencia! Pero de eso les hablaré la semana que viene.
Cuando volvimos, ya la guía nos estaba esperando para la visita. Justo el tiempo entre recorrer Tavarangue y volver. Nos da la bienvenida y las luces del lugar, comienzan a encenderse…
El recorrido nocturno es totalmente diferente al diurno. Las luces hacen que cada sector se vea puntualmente. Las sombras crean una atmósfera de tranquilidad. Una música tenue nos acompaña durante todo el recorrido en el que la guía nos va indicando cada lugar, cada edificio. Nos cuenta la historia propia y de como fue encontrado, como lo fueron restaurando.
Realmente vale la pena esperar hasta esa hora para esta nueva perspectiva. Al concluir, luego de unos 40 minutos de caminata en todas las edificaciones, volvemos a la entrada, la guía nos despide y al darnos vuelta, para mirar, las luces que todo lo mostraban se van apagando para dejar todo en la oscuridad nuevamente.