Nuestros maestros coinciden en emplear esta expresión al referirse a una sencilla técnica para sondear todo el cuerpo, desde la cabeza a los pies, cada vez que sintamos alguna señal de tensión o estrés, procurando aliviarla o reducirla en pocos minutos y en cualquier momento, lugar o situación en que nos encontremos, independientemente de nuestras prácticas habituales. Se trata de ejercitar la capacidad de detectar tensiones e ir aplicando sucesivamente técnicas de relajación en el rostro, cuello, hombros, espalda, brazos y manos, estómago, glúteos, piernas y pies.
Primero nos concentramos en el rostro unos segundos, aunque no se nos haya ocurrido que necesita relajación, porque tiene músculos también y tratamos de percibir si hay tensiones, particularmente en los de la boca y la frente, debido a que nuestras expresiones faciales disminuyen a medida que crecemos y vamos aprendiendo a mostrar menos emoción, o a mantener cierta expresión en público, lo que se traduce en vernos tensos. Por eso resulta muy relajante, física y mentalmente, liberar esos músculos y mejorar su tono y circulación por medio de técnicas simples que aprendemos en las clases de Yoga, como ésta: sentaditos cómodos, espalda y cabeza erguidas, brazos y manos relajados, inhalamos profundamente por nariz, abrimos ojos y boca tanto como podamos, exhalamos con un largo sonido “¡Aaah!” y relajamos con ojos cerrados y rostro inexpresivo unos instantes, respirando normalmente, conscientes de estar sintiendo el rostro distendido.
Ahora prestamos atención al cuello, donde el estrés suele manifestarse más frecuentemente que en otras zonas, incluso con dolor. Observamos si está inclinado o ladeado. Aquí también aplicamos una técnica aprendida en las clases de Yoga, que consiste en girar lentamente la cabeza por su propio peso hacia la izquierda mientras inhalamos, de allí hacia atrás, luego exhalando la volcamos hacia la derecha y finalmente hacia abajo al frente. Al inhalar nuevamente comenzamos a repetir en el otro sentido y, al completar, habiendo relajado un instante, ubicamos el cuello en su posición correcta.
Entonces pasamos la atención a los hombros y procuramos rotarlos, dejarlos caer y relajarse, lo cual nos brindará un sensible alivio mientras nos disponemos a trabajar la parte superior de la espalda y el resto del cuerpo siguiendo con nuestro chequeo, como veremos en la próxima nota. Namasté.