“Amor de toda la vida” es la bicicleta para Nina Festey (52), quien junto a Eduardo Allou (52), cumplió uno de los sueños pendientes, el de dar vueltas, pedaleando, alrededor de la provincia de Misiones. “La travesía fue un desafío personal para cumplir la meta de poder dar vueltas a la provincia pedaleando, y tratar de conocer los diferentes puntos turísticos. Ese fue la esencia del proyecto”, explicaron los protagonistas de esta historia.
Allou contó que salieron desde Puerto Iguazú, hasta Santa Ana, tomaron el cruce hacia Cerro Corá, salieron hacia Cerro Azul, luego tomaron hacia San José, Apóstoles, la ruta costera, Concepción de la Sierra, San Javier, Panambí, y comenzaron a subir por Santa Rita, llegaron a Dos de Mayo. Luego siguieron subiendo por la ruta nacional 14, y bajaron hacia el lugar de partida, siempre teniendo en cuenta las inclemencias del tiempo. Aclaró que de eso justamente se tratan las travesías: la adversidad del tiempo, y las decisiones que “uno tiene que ir tomando, también está la integridad física de ir pedaleando con esta lluvia”.
Contó que cuando estaban armando “el proyecto de pedalear, decíamos que la provincia es tan linda, que tiene tantos lugares hermosos, y que realmente con la bicicleta no se te escapa nada”. Los 900 kilómetros fueron realizados en un promedio de 70 kilómetros por día. Es que “como es tracción a sangre, la máquina necesita descansar y cargar combustible, el combustible que llevamos es una comida rica en carbohidratos y proteínas. Generalmente los truck que armamos son para pedalear 70 u 80 kilómetros por día, siempre viendo los lugares donde quedarse a dormir, y anexar los puntos lindos de la zona, los lugares que vamos pasando, qué atractivo tiene como para disfrutarlo”.
La bicicleta fue siempre la pasión de Nina, que se crió en la bicicletería de su papá, Eduardo Festey, y de su madre, Eudocia Ivasiuta. Ambos armaron y explotaron la primera bicicleteria de la localidad correntina de Gobernador Virasoro. Fue así que esta deportista fue criada entre bicicletas y acostumbrada a los domingos de carrera de ciclismo donde siempre competían su papá Eduardo, su tío Carlos Festey, su hermano Beto y sus primos Germán y Lito Festey.
De profesión escribana -ejerce en la ciudad de Puerto Iguazú-, hace cuatro años la mujer retomó esa pasión que fue suspendida en una época de su vida debido a sus estudios, a formar un hogar y a la crianza de sus hijos.
Ya relajada, sostuvo que “apenas cumplí con esas tareas fundamentales encontré un lugar en el tiempo para hacer lo que más me gusta y disfrutar de la pasión de la bicicleta”. Siempre tuvo en su mente el sueño de dar la vuelta por la provincia en bicicleta, emulando a su padre, Eduardo, que dio la vuelta a la provincia de Corrientes en bicicleta.
Compartió este sueño con un triatleta, también de la localidad, Eduardo Allou. Ambos se aventuraron, armaron y acondicionaron bicicletas para lograr esta travesía, haciendo un trazado previo de la ruta que iban a recorrer y le pusieron fecha. De esta manera, se largaron a la ventura bajando por la ruta nacional 12.
“Realmente me siento emocionada y feliz de haber logrado esta travesía que era una materia pendiente para mí. Encontré un lugarcito de dos semanas entre las competencias, nos organizamos y partimos hacia la aventura”, dijo.
Se trató de una travesía que se completó en doce días. Recorrieron 900 kilómetros con un promedio de 80 kilómetros por día. “Era mucha altimetría, aproximadamente en cada trayecto entre 1.000 y 1.400 metros de altimetría, por lo que se gastaban en forma diaria entre 2.000 y 2.500 calorías. A raíz de eso lo que hacíamos era parar cada dos horas para comer. Arrancábamos a pedalear alrededor de las 8 y seguíamos más o menos hasta las 13 o 14 horas, hasta llegar al destino marcado. Íbamos parando en lugares residenciales y hoteles que se ubicaban sobre la ruta para que nos quedara todo a mano para retomar al día siguiente”, narró.
Por lo general, “pedaleábamos durante la mañana y descansábamos a la tarde. Teníamos que comer muchísimo para no adelgazar porque era mucho el desgaste de calorías”.
Comentó que “me impactó muchísimo la ruta costera, el agua azul celeste del río Uruguay y la cantidad de pueblitos maravillosos que se levantan en la zona. Llegamos a la conclusión que si no vas en bicicleta no ves la naturaleza y no podés oír el canto de los pájaros”.
Las que utilizó la dupla son bicicletas que tienen portabultos donde, por lo general, llevan la comida, porque cada dos horas se detiene a comer algo. También posee alforjas, donde el ciclista lleva consigo dos mudas de ropa y, en el caso particular de Festey y Allou, el equipo de mate, que es el gran compañero en este tipo de travesías. Asimismo, llevaron caramañolas de agua para hidratarse constantemente y mucho protector solar.
La pareja de ciclistas resaltó que mientras pedaleaban “la gente se mostraba solidaria, se acercaba a ofrecernos agua, y cuando le contás sobre la travesía que estás haciendo, no lo pueden creer, te felicitan. Para mí fue una travesía impecable porque no tuvimos ningún desperfecto mecánico ni técnico. Tampoco hubo problemas a nivel físico ni muscular. La verdad es que todo fue muy armónico, salvo en una oportunidad que a mi bicicleta se le salió la cadena. En el momento se acercó un joven ingeniero agrónomo que estaba al costado de la ruta con el auto detenido y nos dijo que él acompaña a un equipo de ciclismo de Santa Fe, por lo que sabía del problema y se ofreció a solucionarlo. Y así fue, arregló el descarrilador y continuamos viaje. Y así como él, mucha gente, que incluso festejaba cuando pasábamos”.
Festey agregó que, de verdad, “estoy muy agradecida a Dios, a mis padres, a mi hijo Gerónimo y a mi gran compañero Eduardo, porque realmente es un genio, un gran atleta y una persona espectacular. También a los amigos de Apóstoles, con Leo Tuzinkievich a la cabeza, que nos recibieron a la entrada de la localidad y nos hicieron un asado a modo de recibimiento. Estoy muy agradecida y feliz por esta travesía que superó mis expectativas”.
“Como siempre, la bicicleta me trae alegrías. Agradezco muchísimo cada una de las personas que se cruzó en nuestro camino y que de una u otra manera hicieron de esta travesía una gran aventura, que le voy a recordar toda mi vida. Cada vez que pienso en el momento en que estábamos en la ruta se me pone la piel de gallina y me siento muy feliz”, aseguró.
Las que utilizó la dupla son bicicletas que tienen portabultos donde, por lo general, llevan la comida, porque cada dos horas se detiene a comer algo. También posee alforjas, donde el ciclista lleva consigo dos mudas de ropa y, en el caso particular de Festey y Allou, el equipo de mate, que es el gran compañero en este tipo de travesías. Asimismo, llevaron al menos tres caramañolas de agua para hidratarse constantemente y mucho protector solar.
Adrenalina
Nina viene de una familia de ciclistas, teniendo en cuenta que su papá, Eduardo, su tío Carlos y su primo Lito eran y son, al igual que ella, apasionados de la bici y permanentes competidores y colaboradores de la Asociación Misionera de Ciclismo. Sobre su experiencia con la bicicleta, comentó que desde pequeña “comencé a competir, porque mi papá era el dueño de la primera bicicletería de Virasoro, entonces desde muy chica empecé a correr”. Pero después vino la facultad, los hijos y el trabajo.
Está eternamente agradecida a su papá, un gran ciclista, una gran persona, y un gran bicicletero. “Él me ayuda a entrenar y me ajusta la bicicleta para cada competencia, me acompaña permanentemente. A Panamá -donde fue gran protagonista de la competencia ciclística Gran Fondo Océano a Océano- no pudo venir, pero en todas las competencias está conmigo y me arma la bicicleta antes de que me suba a competir”, dijo, quien aseguró que “ahora no me quiero bajar más”.
Su deseo es “contagiar a todos de hacer bicicleta, porque es una actividad que te trae mucha alegría, mucho placer, mucha armonía mental y corporal”.