Señora Directora: Supongamos que en un pueblo limítrofe de un país que decidimos llamar Argentania, sus ciudadanos viven con cortes de luz en forma diaria conviviendo con temperaturas extremas de verano. Lo que sí brilla es la falta o nula infraestructura, más aún en algunas villas o picadas de este pueblo limítrofe ni energía eléctrica tienen. Asimismo, en este pueblo el agua escasea y, al no haber agua corriente, la que toma su comunidad es de dudosa calidad.
Encima gas corriente tampoco hay, ya que cada vez que se deciden los tramos de los gasoductos de la Argentania, este pueblo limítrofe no figura en el mapa de su país.
Algunos niños, no pocos, van a la escuela por la mañana y vuelven por la tarde caminando unos cuantos kilómetros, o sea; asistir a clases para estos niños es una experiencia traumática. Hasta cuesta creer que la energía eléctrica del paso fronterizo que une a este pueblo con el vecino del país limítrofe -que llamaremos Brusia- donde trabaja la Gendarmería y Migraciones Nacional de Argentania, se provee desde Brusia, ya que hasta esa geografía no llega la red eléctrica de distribución. Ni hablar de Internet, salud, seguridad y podemos seguir describiendo más aspectos esenciales de la vida cotidiana y concluir que lo que sí abunda en este pueblo es una comunidad de corazones gigantes, inmensos, optimistas; y con la certeza que el devenir y el desarrollo futuro de sus familias es una ofrenda de otro tiempo, más no del actual.
En otro pequeño pueblo limítrofe, situado a tan sólo 90 kilómetros del nuestro, localizado en Brusia y con muchos más recursos económicos que la Argentania, ocurre exactamente lo contrario: el desarrollo de su comunidad es la marca registrada y el Estado se encuentra presente, perdón muy presente.
Por supuesto que tienen problemas por resolver, pero el protagonista principal de ese pueblo, es usted señora o señor, el ciudadano; o sea su familia.
Resumiendo, en Argentania pedís “por favor” y en Brusia te dicen “gracias” ante el pecado capital del deseo de invertir en proyectos comerciales e industriales para el desarrollo de nuestras familias.
Ambos pueblos han convivido muchos años con estas realidades disímiles, se han ayudado en forma recíproca, compartido aventuras, danza, comidas, deporte y cultura; en fin son lo que se suele denominar pueblos hermanos. Y se configuraron lisa y llanamente en las fuerzas vivas y genuinas de una cultura que excede largamente la geografía territorial limítrofe.
Así resultó ser que las comparaciones arriba descriptas siempre fueron inevitables, casi obligadas y hasta por supuesto resultan obscenas.
Pero un día el diablo metió la cola y rompió la histórica consuetudinaria forma de vivir de nuestros pueblos hermanos protagonistas.
En Brusia, gobernaba un presidente autoritario, militarista, elegido por el pueblo, pero con más ansias de erigirse como héroe nacional expansionista e invasor universal.
Y así un día movilizó las fuerzas armadas de su país e invadió a nuestro pueblo, humilde protagonista de Argentania, sin ninguna dificultad y resultando en muchas muertes y familias diezmadas, en fin mucho dolor por doquier.
Prometió a los ciudadanos invadidos del pueblo de Argentania, una infraestructura similar a la que existe en el pueblo limítrofe de Brusia y muchas realizaciones y sueños por cumplir en un futuro inmediato.
Entonces, lo que trato de describir en estas líneas son dos conceptos que rozan con la tragedia que sufre el pueblo de Ucrania. Por un lado, siempre hay locos asesinos a la vuelta de la historia, con ansias de psicopatear con las desgracias de pueblos humildes, sometidos y por el otro lado gobernantes que descuidan la calidad de vida de sus pueblos, no procurando en forma inmediata el desarrollo de sus habitantes y dejándolos a la merced del destino.
Me pregunto qué resultados habría si se hace una Consulta Popular en el pueblo limítrofe de Argentania respecto a qué nación desearían pertenecer sus habitantes? Y un día fue demasiado tarde. Llegamos a un punto donde tiene sentido la tensión existente entre el dogma autodeterminación de los pueblos versus definición territorial comprendida en tratados internacionales.
Quizá lo más sensato e inteligente sea cuidar con detalle y cariño a nuestros pueblos tal como cuidamos a nuestros hijos y ambos conceptos desfilarán por el mismo carril, no permitiendo además las aventuras desmedidas de asesinos que sólo han de pagar los ciudadanos de a pie.
Con mucho respeto a todos los pueblos sumergidos del mundo, y en especial al pueblo ucraniano.
Eduardo Ariel Aberle
DNI 16.124.443