Desde la ruralidad misionera, el trabajo articulado de Caminos de Tiza y la Escuela Especial 36 en Capioví fue reconocido por sus novedosas estrategias para garantizar la continuidad y calidad educativa.
De los 45 estudiantes del nivel primario e inicial con discapacidades múltiples, “no hubo ni un solo caso de abandono, tampoco de COVID o dengue”, contó a PRIMERA EDICIÓN el coordinador pedagógico y referente de Caminos de Tiza, Julio Pereyra. A pesar de vivir en ranchos precarios, en una zona donde el transporte público y la señal telefónica casi no llega (Internet mucho menos), con sus mamás y papás sin estar alfabetizados, la educación de estos alumnos y los de otras 14 comunidades más estuvo garantizada durante la pandemia.
Pedagogía de la emergencia
En una zona rural de Capioví, los desafíos fueron sostener la vinculación terapéutica y pedagógica de los estudiantes con la escuela; que se mantengan los tratamientos y controles clínicos, además de fomentar a las familias a acompañar los procesos de los estudiantes en un contexto de emergencia sanitaria.
En base a esta realidad, “se armaron secuencias de trabajo para realizar instalaciones didácticas presenciales, formatos impresos y radiales para coordinar actividades y propuestas en zonas de poca conectividad, articulando con los educadores comunitarios y replicando formatos similares a los de la modalidad domiciliaria u hospitalaria, con clases individuales o en grupos reducidos”, detalló Pereyra.

“Pedagogía de la emergencia” es el nombre de la iniciativa que desplegaron con una serie de proyectos pedagógicos individuales y los resultados quedaron a la vista: “El gran logro fue no sólo la alfabetización y la continuidad de todos los estudiantes, sino evitar que fueran derivados al trabajo infantil y garantizar sus procesos pedagógicos, ortopédicos y terapéuticos”, detalló Pereyra.
Según contó, el objetivo de la iniciativa fue “sostener las trazas pedagógicas, terapéuticas y de estimulación temprana y oportuna, así también como la atención primaria de la salud. Además, controlar el estado de situación de los chicos en temas como abuso, desnutrición, violencia, abandono”.
Replicaron la pedagogía en otras comunidades
Así como lograron la continuidad pedagógica en la Escuela Especial 36 de Capioví, Caminos de Tiza logró coordinar con otras 14 comunidades en donde, según Pereyra, tuvieron “cero abandonos escolares”.
Y es que, a Caminos de Tiza, la pandemia nunca los frenó: “Estamos acostumbrados a trabajar con protocolos de seguridad porque trabajamos con niños con discapacidad y en zonas donde hay mucho dengue, pique y chikungunya, entre otros”, explicó.
Sin embargo, debido al contexto sanitario tuvieron que modificar su modalidad de trabajo: la educación comunitaria itinerante tuvo que cambiar los circuitos cuando suspendieron los transportes y “empezamos a articular con las escuelas y municipios, enfocándonos en la pedagogía de la emergencia”.