“No hay sociedad en el mundo que se salve de tener algún mito fálico. ¿Podía ser menos, en ese sentido, la raza guaraní? Entre los guaraníes, el mito fálico, el mito la abundancia, de la multiplicación de la especie, está representado por Kurupí, que antes fue Kurupiré.
¿Quién era Kurupiré? Según el padre Anchieta, miembro de la Compañía de Jesús, el Kurupiré es un demonio menor de los guaraníes. Y lo describe como un hombre pequeño, de cuero escamoso, de orejas en punta, que tiene la particularidad de tener los pies hacia atrás, es decir, avanza con los talones.
Pero su principal rasgo es su miembro viril, que da varias vueltas a su cintura, y con el cual, desde la distancia, puede embarazar a una mujer.
El Kurupiré del padre Anchieta es nuestro actual Kurupí o Curupí, que a veces roba criaturas, mejor si son del sexo femenino, y otras llega a asesinar al cazador desprevenido que no le deja su caza, comiéndole el corazón.
Los ruidos de la selva le son atribuidos, y hay quienes afirman haber visto su rostro faunesco riéndose asomado entre las hojas de los arbustos del monte, mientras tienta con señas obscenas a alguna chinita que transporta sus baldes de agua desde el ojo de agua cercano al rancho”.
(Extraído del libro “Misiones y sus leyendas”, de Elsa Leonor Pasternik, publicado en 1996)