La Argentina se distinguió históricamente en América Latina por ser un país con elevada población de clase media. Una combinación de ingresos aceptables y formación educativa permitió el desarrollo de ese sector socioeconómico.
La movilidad social ascendente distinguió a quienes podían aún ser incluidos en esa clase media dinámica, que era uno de los motores del país.
Eso posibilitó a la Argentina diferenciarse de otras naciones de la región. Incluso en este presente muy complicado en materia socioeconómica, desde distintos lugares del mundo se sigue destacando el capital intelectual que, aunque diezmado por las crisis, continúa teniendo la Argentina.
Ese aspecto distintivo comenzó a decaer con fuerza sobre todo a partir de la crisis del 2001, que provocó severos daños en el tejido socioeconómico.
La clase media llegó a representar más del 80% de la población durante la última dos décadas del siglo XX.
Pero desde principios de este siglo la participación de los sectores medios -empleados bien pagos, comerciantes y emprendedores PyME- retrocedió con fuerza.
En 1970, la pobreza era del 10% y había una clase media del 80% aproximadamente. Ahora, esa franja de la población cayó casi a la mitad.
“Desde 2011, se perdió a cerca de un 20% de la clase media. Además, todo el fragmento se volvió más pobre y hay un gran grupo en situación vulnerable”, dijo Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Sin embargo, fue por la combinación de la pandemia, el problema del desempleo, el fuerte salto del dólar y la aceleración de la inflación que este cuadro se profundizó a partir del 2020.
Según un informe del Banco Mundial, por lo menos dos millones de argentinos dejaron de pertenecer a la clase media a raíz de los efectos negativos de la pandemia de coronavirus en las economías familiares, con lo cual el país no es líder en esa materia: quedó relegado al sexto puesto entre los de América Latina y el Caribe.
Con un nivel de pobreza que afecta al 40,6% de la población argentina, según el INDEC, se achicó mucho el margen para integrar la clase media.
Es que “estar mil pesos por arriba de los ingresos necesarios para no ser pobre es insignificante”, explicó recientemente a iProfesional el investigador de la Universidad Católica Argentina (UCA) Eduardo Donza.