Merced a algunos datos positivos en la estructura económica, el Gobierno argentino afirma y jura que el país transita los últimos tramos de la crisis reciente y que la reactivación es ya una realidad consolidada y no una sensación. Que ya piensa en la pospandemia y en la necesidad de no dar pasos hacia atrás.
El respaldo que faltaba llega nada menos que del FMI, cuyo financiamiento permitirá llegará sin grandes sobresaltos al cierre del año, o al menos hasta las elecciones de medio término que, de “trámite”, pasaron a ser un objetivo duro pensando en el eje central: las correcciones tras las elecciones de noviembre.
He ahí la cuestión de fondo, porque si bien es cierto que existen datos positivos en la superficie, por debajo se sigue desarrollando una crisis estructural que se retroalimenta de alta recesión, alta inflación, alta presión impositiva y elevados índices de pobreza y también de desempleo.
Quizás antes de apelar a ejes discursivos, lo realmente primordial sería agilizar la vacunación para alcanzar altos niveles de inmunización y así poder pensar en reactivar sectores que no volvieron a dar señales desde el surgimiento de la pandemia. Comenzar por lo más elemental.