El impacto de la variante Delta del coronavirus en la población infantil, la respuesta inmunológica de niñas, niños y adolescentes y las vacunas vigentes para este grupo son algunos de los temas que desarrolló la médica e investigadora Lourdes Arruvito, quien en diálogo con Télam arrojó algunas claves sobre cómo cuidar a esta franja etaria en este momento de la pandemia.
Arruvito es investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (Inbirs), que depende de la Facultad de Medicina de la UBA y del Conicet, y una de las autoras del trabajo conocido esta semana en el que se logró identificar características de un tipo de glóbulo blanco que explicarían por qué algunos niños tienen síntomas severos y otros muy leves o casi inexistentes de COVID-19.
En esta entrevista dialogó con Télam sobre las cuestiones que más preocupan hoy a madres y padres en relación al coronavirus en el mundo.
¿Cómo afecta la variante Delta a niñas, niños y adolescentes?
Se ha observado un mayor número de casos entre los niños que viven en países donde esta variante es la predominante. En las últimas semanas, por ejemplo, la Academia de Pediatría de los Estados Unidos confirmó un aumento significativo de casos de COVID-19 entre personas menores de 18 años; eso se extiende tanto a los niños como a los adolescentes, pero también a adultos. Lo que todavía se está tratando de entender es si las personas se enferman más con la variante Delta o no. Estas son cosas sorprendentemente difíciles de desentrañar. Cuando hay un gran aumento en la cantidad de personas que se infectan eso da como resultado un número proporcionalmente más alto de personas en el hospital y más personas mueren. Pero no significa necesariamente que el virus en sí sea más mortal. No hay evidencia convincente hasta el momento de que alguna de las variantes tenga una propensión especial a infectar o causar más enfermedades en los niños.
¿Qué sabemos hasta hoy sobre cómo el SARS-CoV-2 afecta a los niños, niñas y adolescentes, independientemente de la variante?
La mayoría de las infecciones por SARS-CoV-2 en niños son leves o no causan síntomas evidentes. Las razones que subyacen a esto no están claras. Una de las hipótesis es que la población pediátrica tiene una menor cantidad de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE 2) en el epitelio de las vías respiratorias, y la ACE2 es un receptor que permite el ingreso del coronavirus a la célula, como si fuera la cerradura. Sin embargo, un pequeños grupos de niños puede presentar cuadros más severos de dos maneras.
Por un lado, un pequeño porcentaje de los niños o niñas (con o sin patologías previas) puede desarrollar una afección inflamatoria grave llamada síndrome inflamatorio multisistémico (MIS-C por sus siglas en inglés) dentro de las dos a ocho semanas posteriores a la infección por SARS-CoV-2. Esto puede suceder incluso en niños que presentaron síntomas leves asintomáticos. El cuadro clínico se caracteriza por afectación cardiaca, pulmonar, renal, cerebral, hematológica y mucocutánea, y en la mayoría de los casos necesitan hospitalización, internación en cuidados intensivos e incluso soporte ventilatorio y hemodinámico.
Por el otro, algunos niños pueden presentar manifestaciones severas como neumonía severa o síntomas neurológicos durante la etapa aguda de la enfermedad. En este caso en general se ha visto que son niños con enfermedades previas y requieren hospitalización y varias veces también internación en UTI. Según datos oficiales del Ministerio de Salud de Argentina, al 9 de agosto de 2021 se confirmaron 542.362 casos y 294 muertes en menores de 20 años. Asimismo, se confirmaron 208 casos de MIS-C y 1 fallecido tras este síndrome.
La mortalidad en menores de 5 años sólo por COVID-19 ha igualado el número de muertes por enfermedades respiratorias de los últimos años. El 25% de los niños fallecidos eran menores de 1 año, y el 60% tenía enfermedades previas.
¿Qué se conoce hasta hoy sobre la respuesta inmune de la población pediátrica?
En el trabajo que realizamos entre investigadores del Inbirs y personal médico de ocho hospitales porteños y del conurbano, además de las conclusiones sobre las características de los neutrófilos diferentes entre los niños que se enferman grave y los que no, también encontramos buenos niveles de anticuerpos con capacidad de neutralizar al virus en casi todos los grupos de niños y niñas que estudiamos. Los niveles de anticuerpos permanecieron elevados por al menos 2-3 meses. Sin embargo, sabemos que los niños que padecieron un curso severo de infección no lograron desarrollar una respuesta de anticuerpos IgG dirigidos contra la proteína Spike en niveles detectables, a diferencia de lo observado en niños asintomáticos o con cuadros leves y moderados.
Esta observación plantea un posible vínculo causal entre una respuesta defectuosa de anticuerpos y el desarrollo de un cuadro grave de COVID-19. Asimismo, parece que la respuesta mediada por los linfocitos T podría ser menor que en los adultos. Este tipo de respuesta inmune frente al virus hace muy vulnerable a esta población de niños. Más aun, un trabajo realizado en Israel ha demostrado que los anticuerpos neutralizantes entre los niños que contraen el virus comienzan a disminuir después de tan sólo cuatro meses. Esto puede indicar que los niños tienen una respuesta inmune a largo plazo más débil. Este tipo de hallazgos son muy relevantes a la hora de decidir políticas de vacunación en población pediátrica.
Teniendo en cuenta que la vacunación en la mayoría de los países del mundo aún no está disponible para los menores del 18 años, ¿cómo se pueden proteger?
En nuestro país ha comenzado la vacunación de niñas, niños y adolescentes entre 12 y 17 años con comorbilidades, es decir con enfermedades que vuelven más vulnerable frente al virus. Lo más importante que podemos hacer para proteger a niñas y niños que aún no son elegibles para vacunarse es asegurarnos que se vacunen la mayor cantidad de personas que los rodean e interactúan con ellos.
Cualquier persona mayor de 18 años debe recibir la vacuna, tanto para protegerse a sí mismo como para proteger a quienes aún no son elegibles (como los niños, niñas y adolescentes). Sabemos que las vacunas son muy eficaces para prevenir enfermedades graves, hospitalizaciones y muertes en quienes las reciben, y también sabemos que reducirán significativamente el riesgo de transmitir la infección a otra persona. Todo aquel que tenga disponible la vacuna, debería vacunarse. Es la única forma de poner fin a la pandemia.
Fuente: Agencia de Noticias Télam