Aún en estas épocas en las que a nadie escapa la intensa crisis hídrica por la escasez de lluvias y por la histórica bajante del río Paraná, es posible observar de tanto en tanto columnas de humo a lo lejos, en baldíos de nuestros barrios, a la vera de los caminos y también en campos mientras viajamos por las rutas misioneras.
Parece improbable que bajo las actuales circunstancias existan quienes sigan sin comprender la magnitud del peligro que representan los fuegos, lo incontrolables que pueden volverse.
El intenso frío parece iniciar la retirada no sin antes haber dejado una estela de vegetación seca producto de las intensas heladas que se registraron en toda la provincia días atrás.
Desde entonces, y desde mucho antes incluso, las lluvias siguen sin darse una vuelta por la provincia, generando así las condiciones ideales para desatar incendios de proporciones descomunales.
Sólo falta que alguien inicie el fuego, y a juzgar por lo que se observa de tanto en tanto, hay quienes están dispuestos a correr el riesgo poniéndose en peligro a sí mismos y a todo lo circundante.
La responsabilidad se impone como conducta frente al complejo escenario y cuando no exista, entonces caben todas las de la ley.