Más bien es imperioso hacer lo contrario, advertir, reflejar la realidad, atenerse a los datos duros y, por sobre todas las cosas, tener precaución, la misma a veces dejan de tener ciertos líderes cuando sueltan peligrosamente que el coronavirus es un poquito más que una gripe que nunca les quitó el sueño.
El perdón y la marcha atrás un día después no tiene mucho sentido si lo que se busca con eso es una chicana política y no ampliar la campaña de cuidado social para frenar la inercia de la crisis sanitaria. En cualquier caso, el daño está hecho cuando los que minimizan el impacto del riesgo sanitario son los que buscan transformarse en líderes de una nación.
Hoy, transitando el segundo año de la pandemia es real que aún falta mucho para dar vuelta la página. De hecho, la región vive hoy el peor momento desde que todo comenzó. Los números hoy son devastadores, mucho más de lo que imaginaron quienes proyectaron el estado de las cosas a estas alturas del año.
Un informe realizado por Infobae basado en los datos de Our World in Data señalaba ayer: “Cuando los ojos del mundo apuntaban a la India, sus dramáticas cremaciones masivas y sus hospitales colapsados en sus centros urbanos, en Paraguay, Surinam, Argentina, Uruguay, Colombia, Brasil, Perú y Chile -en este orden- se gestaba una catástrofe silenciosa cuyas cifras actuales son ocho veces más mortíferas que las del territorio indio. En Paraguay, por ejemplo, en los últimos siete días se registró un promedio de 17,7 muertes por cada millón de habitantes, mientras que en la India la tasa es de 2,11”.
El contexto regional se agrava desde el punto de vista de la vacunación, cuya velocidad y forma distan enormemente de ser las necesarias para frenar el impacto de la crisis sanitaria que no deja de tomar fuerza. Es por eso que en gran medida depende de nosotros cuidarnos y ser precavidos para torcer el rumbo de colisión, porque es evidente que muchos de quienes toman decisiones aún no están a la altura del desafío.